A
veces sueño con ella, hago mi pasado presente y la veo sentada en el
zaguán zurciendo con sus recosidas manos. En el sueño me mira y no
dice nada, solo me mira, sonríe y calla.
Sueño
con ella y me invade con su alegría, me rodea con amor en aroma unas
veces de pan de leña, porrinas o pimientos asados y otras de pollo
frito, bollo o migas bañadas en café. El
sueño siempre es el
mismo, sólo cambia mi
edad. Todo empieza estando los dos solos junto al tinao, en el cancho
de siempre y mirando al pueblo, frente a los cochinos y esperando a
que se llene la tina de agua. No tenemos prisa, mi abuela nunca tiene
prisa por vivir, está sentada con su típico gesto de conforme
felicidad, las piernas estiradas y los pies cruzados. Me mira, sonríe
y calla.
Aprovecha
el tiempo troceando judías verdes que va dejando caer sobre el
mandil, luego, con una pequeña navaja de blanca y nacarada
empuñadura, me irá cortando rodajas de cominera que alternará con
trozos de pan. Mi abuela no dice nada, sólo sonríe, me mira y
calla.
Tiene
la sonrisa esculpida en su rostro, la boca abierta y los labios
vueltos de tanto "olvidarse" la postiza en el vaso, su
canoso pelo siempre recogido en un moño. Ahora mira al suelo con una
horquilla en la boca mientras se anuda el pelo, yo debo de tener seis
años, llevo pantalón corto y es verano, estamos en un mundo de
constantes peligros entre cocodrilos azules y escarabajos asesinos,
hablando de cosas verdaderamente importantes, de las cosas de un niño
de pocos años que juega a ser héroe con un palo como espada entre
las manos.
Lleva
una camisa negra de cuello pico con lunares manchados de blancura
inmaculada en deslumbrantes tonos de honradez, me pela un higo chumbo
con un trapo empapado en agua y ella comerá una breva, le encantan
las brevas, mientras tanto, yo, metido en faena, reproduzco el
chasquido de mi espada cruzando su filo contra la horda de bestias
contra los que me bato en terrible batalla para defenderla.
A
veces sueño con ella y al despertar lo hago como ella quiere que lo
haga, lleno de amor,
orgullo y paz, y siempre,
antes de abrir los ojos me mira, me mira, sonríe y calla.
Los
dos éramos mucho más jóvenes que ahora pero ella estaba viva, no
parece que fue ayer, no, no fue ayer ni lo parece, hoy 13 de Agosto
de 2016 hace ya 36 años que se fue mi abuela Andrea, Andrea Bautista
Borrega "La Quirina", una bellísima
mujer que vive y lo hará
en mí hasta el fin de mis días.
A
veces sueño con ella, es mi pasado presente que unas veces huele a
pan, porrinas, o pimientos asados y otras a pollo frito, bollo o
migas bañadas en café, y ella me sonríe, me mira, sonríe y calla,
es un sueño de amor, un sueño sin palabras.
A
veces sueño con ella.