sábado, 17 de septiembre de 2016

La vida de todos.


Vestían de luto media vida, eran enciclopedias vivientes de historias ajenas, auténticas licenciadas en genealogía plantadas a la vera de la vida, viendo pasar el tiempo desde la mesa camilla o a las puertas del zaguán.
Todo empezaba con "¿Y tú de quién eres"? Con eso bastaba para conocerte a ti mismo, para saberlo todo de ti, para respirarte y sentir tu origen. Eran seres sensibles que sorteando la toxicidad de la indiscreción y con la mejor intención de la curiosidad te distinguían a primera vista para después contarte el cuento de tu vida, un relato sin dramatismo con pasajes que te sonaban, que te hablaban de bodas nocturnas, de venta de carros, patada de mula y fincas baldías. Y allí estabas tú, bebiendo de la verdad de una narración contada sin tristeza ni soledad, con el tono del recuerdo afable y el timbre del cariño, con el deje de la historia y el protagonismo que otorga el conocimiento.
Vestía de luto media vida, una vida en vecindad bien concebida, una vida para contar, una vida de todos.

viernes, 2 de septiembre de 2016

Cuando voy por allí...


Cuando voy me gusta subir hasta allí, ponerme cómodo, sentarme en primera fila de mi vida y cerrar los ojos del presente, me gusta hacerlo sólo o con Lucía, ella lo entiende y me entiende, sabe hablar con la callada y manejar las palabras del silencio.
Cuando voy me gusta estar allí, es limpiar con recuerdos el espejo de la vida, verte como eres y no como quieres aparentar, es reflejar la mirada en la nitidez de la verdad,
Cuando voy subo hasta allí, pedaleo la cuesta de la vida, me impulso en lo selectivo de la memoria hasta dibujar en mi mente las sonrisas del dolor, hasta sentir en el vello el reflujo de mi historia, hasta disfrutar del amor por mi tierra.
Cuando voy me gusta subir hasta allí, hasta el poso del sentimiento, hasta el paso por la vida de mis muertos, hasta la profundidad del olvido.
Cuando voy por allí...

sábado, 13 de agosto de 2016

A veces sueño con ella.


A veces sueño con ella, hago mi pasado presente y la veo sentada en el zaguán zurciendo con sus recosidas manos. En el sueño me mira y no dice nada, solo me mira, sonríe y calla.
Sueño con ella y me invade con su alegría, me rodea con amor en aroma unas veces de pan de leña, porrinas o pimientos asados y otras de pollo frito, bollo o migas bañadas en café. El sueño siempre es el mismo, sólo cambia mi edad. Todo empieza estando los dos solos junto al tinao, en el cancho de siempre y mirando al pueblo, frente a los cochinos y esperando a que se llene la tina de agua. No tenemos prisa, mi abuela nunca tiene prisa por vivir, está sentada con su típico gesto de conforme felicidad, las piernas estiradas y los pies cruzados. Me mira, sonríe y calla.
Aprovecha el tiempo troceando judías verdes que va dejando caer sobre el mandil, luego, con una pequeña navaja de blanca y nacarada empuñadura, me irá cortando rodajas de cominera que alternará con trozos de pan. Mi abuela no dice nada, sólo sonríe, me mira y calla.
Tiene la sonrisa esculpida en su rostro, la boca abierta y los labios vueltos de tanto "olvidarse" la postiza en el vaso, su canoso pelo siempre recogido en un moño. Ahora mira al suelo con una horquilla en la boca mientras se anuda el pelo, yo debo de tener seis años, llevo pantalón corto y es verano, estamos en un mundo de constantes peligros entre cocodrilos azules y escarabajos asesinos, hablando de cosas verdaderamente importantes, de las cosas de un niño de pocos años que juega a ser héroe con un palo como espada entre las manos.
Lleva una camisa negra de cuello pico con lunares manchados de blancura inmaculada en deslumbrantes tonos de honradez, me pela un higo chumbo con un trapo empapado en agua y ella comerá una breva, le encantan las brevas, mientras tanto, yo, metido en faena, reproduzco el chasquido de mi espada cruzando su filo contra la horda de bestias contra los que me bato en terrible batalla para defenderla.
A veces sueño con ella y al despertar lo hago como ella quiere que lo haga, lleno de amor, orgullo y paz, y siempre, antes de abrir los ojos me mira, me mira, sonríe y calla.
Los dos éramos mucho más jóvenes que ahora pero ella estaba viva, no parece que fue ayer, no, no fue ayer ni lo parece, hoy 13 de Agosto de 2016 hace ya 36 años que se fue mi abuela Andrea, Andrea Bautista Borrega "La Quirina", una bellísima mujer que vive y lo hará en mí hasta el fin de mis días.
A veces sueño con ella, es mi pasado presente que unas veces huele a pan, porrinas, o pimientos asados y otras a pollo frito, bollo o migas bañadas en café, y ella me sonríe, me mira, sonríe y calla, es un sueño de amor, un sueño sin palabras.
A veces sueño con ella.

sábado, 30 de julio de 2016

Sentir de fábrica.


Una vida superficial solo sabe a agua, en cambio, cuando sientes un pasado que no miente, cuando el sentimiento viene de fábrica y en tu interior conservas un museo de leyendas atrapadas en el recuerdo. Cuando tienes vivencias agazapadas a flor de piel, cuando rescatas sensaciones de estantería del olvido y los recuerdos asoman sin superponerse en el templo de los inmortales, sin objeciones, sin mesura mental y con el magnetismo natural como más básico de los instintos, es cuando disfrutas del paladar vital, cuando te das cuenta que lo vivido es importante pero lo recordado es lo valioso y que si no eres feliz con poco..., jamás serás feliz con nada.

martes, 19 de julio de 2016

Un lugar donde volver.


Un lugar donde volver, donde callar los silencios, hablar para dentro, amar para fuera, donde abonar la sonrisa pendiente, detener las agujas del pasado, parar los recuerdos del futuro, el tiempo sin tiempo y la calma con prisa, una cuenta atrás en la emoción.
Una droga para el alma, para despertar la memoria de la piel, recordar los aromas del paladar, revivir sensaciones del pasado, para tocar el hoy sintiendo el ayer, para ver sin mirar, para liberar el sentimiento.
Un lugar donde respirar sin aliento, de cuentos en blanco y negro, de contar cochinos, de jugar a vivir, de soñar despierto, de contar ositos, soplar las nubes y escalar al cielo.
Un lugar de mucho, una felicidad con poco, un no pensar en nada, un creer en todo, un abrazo porque si, un beso de metralleta, un quizás sin cuando, sin porqué de los porqués, sin más ni menos, sin cómo ni dónde, un amor abierto, una sonrisa callada, una mirada entrañable, un roce en caricia, una mirada a escondidas, sin pro ni contra, sin hacia ni hasta, un lugar en el alma, una mente en blanco, un rincón en el corazón, una lágrima de amor.
San Vicente, un lugar donde volver.

domingo, 10 de julio de 2016

La garrafa.


La distancia no es el olvido. Mi abuelo "Pinea" era albañil, salía por la mañana fiambrera en mano a sus chapuzas con mi tío Faustino como peón y no regresaba a hasta última hora de la tarde.
Cada día, cuando mi abuelo llegaba a casa, a mi me tocaba la ida y venida hasta el Litri para comprar el vino de su cena. Llevaba para su relleno una pequeña garrafa de cristal, de apenas un litro de capacidad, forrada con una especie de trenzado de mimbre que llegaba hasta la estrechez de su boca con una sola asa por un costado. Hasta podría asegurar que tenía pegada una etiqueta de papel con propaganda de moscatel...
Mis abuelos vivían en el 68 de Hernán Cortés y para ir al Cristo no tenía calle que cruzar y el tráfico de entonces era tan escaso que no suponía precisamente un peligro, el peligro de ir a por el vino era el "Lala" y no precisamente su persona sino el pánico que me infundía, ese era mi temor de cada día.
Yo era un niño forastero y aunque compartía calle y juegos con el resto de los niños, no sé si por lo injusto que me parecía, la educación recibida o quizás y casi lo más probable, por el miedo a sus consecuencias, no veía muy normal eso de burlarse porque sí de una persona para luego salir huyendo por pies mientras sentías como si sus chillidos tuvieran patas... y más, teniendo en cuenta que por la tarde me podía a encontrar con él a solas a la hora de ir a comprar el vino de mi abuelo pero claro y por si las moscas... tampoco me quedaba a preguntar...
Una de aquellas tardes me acompañó mi padre, se había quedado sin tabaco y tenía que reponer sus "Ducados". Al darse cuenta de la situación se acercó a él y digamos que con la mejor de su voluntad, intentó presentármelo. Error, craso error. Recuerdo su imagen agachándose en la cercanía, su risa y sobre todo el volumen de su voz, yo resistía como podía ante los infructuosos intentos de mi padre por sacarme de su protección para demostrarme que no me iba a hacer nada, pero no se le arregló, era superior el miedo que me provocaba aquel hombre.
Hoy, casi cincuenta años después, únicamente el amparo a la imaginación podrían justificar los miedos de entonces y pienso en el pobre Lala y su indefensión ante la crueldad infantil, que no por ser inocentes cosas de niños deja de ser menos cruel.
Según para qué, la distancia no es el olvido y es que eso de la inteligencia emocional está muy bien si eres un ficus, si piensa tu sentimiento o no siente tu pensamiento, si desprecias tu pasado o si tus recuerdos carecen del aditivo emocional necesario que los convierta en memoria imborrable.
Hoy, mi recuerdo gira en torno a una pequeña garrafa de cristal forrada de mimbre, el miedo, las miradas furtivas desde la esquina de "El Litri" y la entrañable figura del pobre Lala porque cuando mandan los recuerdos, no hay distancia ni olvido.

miércoles, 6 de julio de 2016

Paseando por el pueblo.


Pasear por el pueblo es recorrer la avenida del recuerdo, pisar y pasar por el asfalto del pasado. Pasear por el pueblo es enseñar a amar, transmitir sentimiento y vida en envase de emoción, sin más envoltura que no sea corazón y alma, pasear por el pueblo es legar sentimiento, pasión por tu tierra y orgullo por tus orígenes.
Ya desde muy pequeño recuerdo la emoción en el rostro de mi padre al pasear con él por el pueblo, hablarme de cada lugar, de cada rincón y paraje, narrarme sus vivencias a flor de piel, contarme su infancia, su juventud, su noviazgo, sus padres, los trabajos en el campo, la temprana orfandad con la que les castigó la vida. Recuerdo sus lecciones de amor por sus hermanos, sus palabras templadas por el tiempo, hablarme del concepto de familia, de sus tías Porras, del tío Chato, de la tía Mari Juana, de sus primos Luis y Agustina... lo recuerdo todo, absolutamente todo, lo tengo marcado entre las hojas de mi historia.
Me sé y conozco la historia familiar "de cabo a rabo", quién es quién, hijo de quién cada uno, con quién se casó cada cual y cuantos hijos tuvieron. La historia familiar es una asignatura aprobada y con buena nota. Todo lo aprendí paseando por el pueblo.
Recuerdo con especial detalle aquel día. Yo tendría unos siete u ocho años, veníamos hacia el pueblo por la carretera de Alburquerque y de buenas a primeras, mi padre detuvo el coche en un apartado fuera de la calzada y se bajó. A unos viente o treinta metros había una gran encina que se asomaba a la carretera sobre la pared de piedras que delimitaba el terreno, era una encina majestuosa que sombreaba generosamente el lugar en un tramo curvo hacia la izquierda. Mi madre sabía dónde estaba y el porqué de la parada. Se quedó en el coche y le dejó ir, era su sitio y su momento.
Yo no sabía nada, me bajé y fui con él. Mi padre, apoyado en aquella pared de piedras y a la sombra de la encina apenas podía disimular la emoción, la humedad se le escapaba por los lacrimales, yo estaba asustado, no sabía lo que pasaba, simplemente me cogí a su mano y mirándole guardé silencio.
Cuando pudo me lo contó. Me contó como hacía unos años, viniendo andando hacia la finca de Valdespinar junto a su hermano Pepe, en ese mismo punto, a la sombra de aquella encina se encontraron con su padre al que tumbado en un carreta llevaban a morir al pueblo para que sus hermanas pudieran cuidar de él hasta su marcha. No volvería nunca más.
Muchos, muchos años después, yo, el nieto del Señor Don José Jiménez Camisón, "el Porras", cuando paso por ese lugar... reconozco la curva, la encina y la pared, recuerdo aquel momento y reduzco la velocidad.
La curva a izquierdas ya no es tanta curva y el trazado de la modernidad apenas permite demasiado espacio para la detención. Allí sigue la vieja encina regalando su generosa sombra sobre la misma pared de piedras, esa encina que quizás ya no es tan grande como hace años a mi me pareció, allí sigue el lugar donde mi padre vio ir a su padre camino de la muerte, allí mismo, en aquel mismo lugar, un lugar con historia familiar, un lugar de culto para mi padre, hombre al que debo todo el respeto y agradecimiento por haberme sabido inocular uno de los pocos valores que creo atesorar, la pasión por mi tierra y el amor por mis raíces, algo que portaré con orgullo hasta el fin de mis días, algo que aprendí... paseando por el pueblo.

miércoles, 29 de junio de 2016

Las pequeñas cosas.

San Vicente no es un pueblo, San Vicente es un sentimiento, es una alacena de recuerdos, el rincón de las pequeñas cosas, esas cosas que nunca son tan pequeñas, esas cosas tan infinitamente indefinibles como la eternidad de los instantes o el abrazo de una abuela, como la medida de la insensatez o la profundidad del olvido, como las ráfagas de luz que reniegan de la cordura, las pegas a la realidad, las interminables vueltas en la noria de la memoria, la medida del amor o la idílica posesión de un sueño.
San Vicente te guarda y custodia esas pequeñas cosas no tan pequeñas, cosas como el tamaño del cielo donde buscar ositos, la tensión y nervios al levantar la piedra donde se esconde el cocodrilo azul, la grandeza y pulcritud de los secretos infantiles, la impotencia para transmitir las sensaciones, la transparencia de una lágrima, la pureza de un beso, la sencillez de la naturalidad y la castidad de un abrazo, cosas como la emoción de revivir tu pasado y el volumen de la ilimitada extensión el alma.
San Vicente te conserva esas pequeñas cosas, pequeñas cosas con la envergadura de lo invisible, cosas que son perlas de la vida, como los aromas que sólo tú hueles, los sabores y memoria del paladar, el escalofrío del vello a flor de piel, la presencia de la soledad, la compañía de los ausentes, el tacto de lo intangible, las palabras del silencio, los colores del blanco y negro, el misterio de lo inconfesable, el sentir de los besos que besan y las manos que acarician, pequeñas cosas, cosas como la grandiosidad de lo diminuto, las miradas que ven o la sonrisa que habla, la palabra de cariño o la razón del corazón, las voces que sólo tú oyes, lo íntimo de lo sensorial, la sensatez de lo locura, la realidad de lo increíble, el sexto sentido y la ilimitada dimensión del orgullo por tu tierra y los tuyos.
Las pequeñas cosas son verdad sobre verdad, son esas pequeñas cosas que nunca son tan pequeñas..

viernes, 24 de junio de 2016

El silencio de mi pueblo


Mi pueblo no tiene silencios mudos, nunca da la callada por respuesta ni practica el mutismo sensorial, y no lo hace porque no es bueno, el silencio absoluto es triste y melancólico, es inquietud y desasosiego, miedo y temor, mi pueblo no tiene silencios, mi pueblo habla, canta, ríe y llora como un pueblo vivo y alegre, un pueblo que nace en la emoción de los recuerdos, dentro de ti, que te invita a imitarte y ser tú mismo, un pueblo que te habla y escucha.
Yo conozco los silencios de mi pueblo, los conozco y reconozco a ciegas, es un silencio acompañado por sonidos que brotan y enredan en tus adentros, que aplica la magia de su poder para rescatar la memoria desde lo recóndito del olvido, que nunca silencia su canto, una copla al pasado tan presente como si de hoy se tratara, una romanza de amor, un cantar con encanto que amplifica lo entrañable de la vida.
Mi pueblo tiene su íntimo y personal sonido, un timbre despierto con el volumen justo, un runrún que asoma sin ventana, que mueve las ramas de los árboles en una danza al son de la armonía que cualquier músico envidiaría, música con estrofas del ayer en canciones de hoy para rimar los recuerdos del mañana, el son de la vida. El sonido de mi pueblo es el silencioso canto que te habla, que te emociona y hace sonreír, que te arranca la lágrima, que te entona el chirriar de aquella puerta, del giro de ese pomo que sus manos tocaban y el eco entre calles que los observaban, son sonidos que se alojan sólo en ti, sonidos llanos y sin estridencias, son aires del alma, cantos de vida y ecos de alegría que no conocen el temor y miedo del silencio absoluto.
Mi pueblo no tiene silencios mudos, mi pueblo canta con los pájaros, con el viento entre canchos, el gruñido de los cochinos, las voces del pasado y el susurro del tiempo, mi pueblo no tiene silencios mudos. silencios que no son sino la retorcida intención de la amargura, el constante deseo de la tristeza, la permanente utopía del desconsuelo y el afán del pesimismo, el silencio mudo es una aproximación a todo lo que trae su concubina dama de la muerte.
Mi pueblo no tiene silencios mudos, silencios que den miedo, mi pueblo tiene un silencio íntimo y personal, es el sonoro silencio de la vida.


lunes, 20 de junio de 2016

Sanvicentear


Cercanía entre desconocidos, sencillez al descubierto, cuerpo presente y mente dispersa, corazón abierto y razón botada, alma al aire y lógica vetada, no pensar sino sentir, invocar, atraer la memoria, escuchar al pasado y sentir los recuerdos.
Viaje confortable, pasar de paso por el pasado, pasear por el sigiloso paso del tiempo, repasar el camino andado desde el poso de la edad, revivir la emoción de lo vivido y contar lo mil veces contado, dar vida a lo que nunca muere,sentir la emoción, sonreír a solas, disimular en compañía, vello erizado al escuchar en boca extraña hablar de los tuyos, de los que hoy no están más que en ti, de los que apenas nadie conoce y sólo tú crees recordar.
Soñar sin dormir, despertar del delirio, emoción sin solución, torrente de sentimientos, estar donde estaban, pasar por donde pasaban, ver lo que veían y tocar lo que tocaban, sentir total, libre, sin sometimiento a la tiranía del horario, dureza del itinerario y premura del calendario, parar la vida, no mirar el reloj, respirar despacio y profundo, recargar el alma, enchufar el corazón al voltaje los recuerdos, a los flashes de la memoria hasta revivir las sensaciones, caricias, miradas, voces, sonidos, aromas, sabores y colores del blanco y negro.
San Vicente es palmario, es cuerpo presente y mente dispersa, es no pensar y sentir, anestesiar la razón y disfrutar de ti. Vivir la verdad, revivir tu vida y leer tu historia..., sanvicentear.

miércoles, 15 de junio de 2016

Sanvicentol 500.


Sanvicentol 500 es un fármaco de la familia de la Quirina cuyo compuesto principal es la amorina, la pasiontomina y el cariñol, presentándose en dosis fácilmente consumibles por niños y adultos. Administración por vía sensorial. 
Sanvicentol 500 está especialmente indicado para la exaltación, belleza y valores de San Vicente y sus gentes,
Composición cualitativa e ingredientes: Sanvicentol 500 contiene en idénticas proporciones amor, nostalgia, memoria, ternura, recuerdos y sonrisas. Excipientes autorizados, sin colorantes ni edulcorantes artificiales.
Indicaciones: Tratamiento sintomático de la añoranza, la lágrima furtiva y el calor de los recuerdos.
Acción terapéutica: Según presentación y dosis. Sedante, desahogante y aglutinador social.
Efectos secundarios: Altamente adictivo y contagioso de abrazos, risas y buenos deseos. Se recomienda su uso a corazón abierto.
Contraindicaciones: No se recomienda su administración a personas sin orgullo de sus raíces, querencia por la tierra y pasión por San Vicente de Alcántara.
Consúmase sin moderación.

viernes, 10 de junio de 2016

Pasión.

Sol tras un día gris, ojos cerrados, alma abierta, mirador de la nostalgia, ventana a la alegría, porqué sin porqués, cuento para contar, viaje a los adentros, historia interminable, realidad imaginable, sueño tangible, fuerza del deseo, poder de la memoria, vereda entre recuerdos, sentido no común, marca de pasión, querencia de ilusión, demencia lúcida, cuerda locura, sentido insensato, canto del silencio, caricia del sentimiento, aroma sin perfume, sabores de la niñez, tacto del vacío, roces de la nada, lugar de escalofrío.
Palo seco, paso corto, tina de barro, posos de café, pan de leña, deje cercano, voces lejanas, habla cantarina, puerta sin llave, portón abierto, camilla en elzaguán, gatos en la cocina, negro zahíno, bollo amarillo, blanco inmaculado, verde oliva, chumbo naranja, moño canoso, mandil mojado, medias negras, zapatillas de casa, bata de guata y cominera en bocata.
Instante insolvente, corazón flagrante, vista ciega, luz imaginada, presencia sentida, aura habida,aire que abraza, portugués en la taza, luna durmiente, vida pasada, memoria presente, llama de orgullo,lienzo fresco, paisaje en la piel, vello de punta, panal sin miel, poesía sin rima, abuela que mima.
Deuda contraída, promesa cumplida, ausencia sentida, vida eterna, fin sin fin, crespón en el alma, lágrima furtiva, tímida sonrisa, perla de vida, poder del amor, cariño por mi gente, pasión por San Vicente.

martes, 31 de mayo de 2016

No hay nada parecido.


No se ha inventado nada parecido, no hay pastilla para sentirlo ni jarabe para soñarlo, es un cuento para contarlo y revivir lo vivido. En una cucharada de recuerdos, una bocanada de emoción, una dosis de ternura, un trocito de aflicción, es una mirada hacia dentro, un bocado de brillo, un saco de sentidos y detalles que despiertan las sensaciones y alimentan la memoria, un lugar que te acerca a ti.
Un sitio de calor seco donde apagar la luz y detener el tiempo, donde respirar amor pulverizado entre bruma de aromas, donde explorar el corazón entre sabores, donde el tiempo no amenaza lluvia sino la promete, donde todo es lo que parece, donde se desahoga el alma.
No se ha inventado nada parecido, no hay oscuridad entre tanta nitidez, entre tanto tropiezo con la piedra de los recuerdos y el amor incondicional, al amparo de un pasado sin más sombra que la del sol, la del cobijo al árbol de la verdad.
No hay nada parecido como el lugar donde has nacido, no hay nada a San Vicente.

domingo, 22 de mayo de 2016

Cierra los ojos.

Cierra los ojos. Es un soplo al viento, besos al aire, abrazos al pasado, gestos de añoranza, miradas de melancolía y disfrute sin aliento. Es una vida de muchos, una historia común, un recuerdo de todos, un estado emocional, una mirada lejana, una lágrima furtiva y el corazón en un puño, un recuerdo permanente, una voz entre la gente, una sonrisa a solas, un tacto único, un aroma inolvidable, un sabor palpable, una hermosa inspiración, una cordura de atar, un alma sin caparazón.
Calor de verano, agua de botijo, garrafa del Litri, olivas machás, chochos sin pelar, tapa de prueba, pan con patatera, tabla de lavar, lavadero de piedra, jabón lagarto, rincón de letrina, mandil húmedo, artesa de corcho, siega en la era, zapatillas de casa, moño recogido, corazón encogido, horquillas negras y blanca escupidera.
Brasero ardiente, candil en la pared, puerta abierta, casa sin candado, llave de hierro y alegría en la gente, sillas en la calle, café negro, pan blanco, porrina de gloria, bollo de pascua y joriño al cariño, posos del portugués, taza desconchada, paquete de Ideales y camilla en el zaguán. Cuna en el chozo, martillo de madera, caldero de cobre y cubo del pozo, migas al fuego, cazo de latón, pan y salchichón, romana oxidada, red de peces y trampas de gorrión.
Apellidos comunes, parentescos lejanos, amistades profundas, palabras sinceras y gestos cercanos. Ternura natural, pasión descomunal, devoción sin igual, palabras certeras, instantes únicos y momentos puntuales, memoria cercana, raíces profundas, principio de todo y origen de vida. Besos de metralleta, carreras de niños, recados al abuelo y esperas breves, alegría sana, carreras de bici y bolindres con guá.
Visita al cementerio, rezo silencioso, blanqueo de nicho, dolor disimulado, lágrimas furtivas, entrañas abiertas, corazón cerrado, besos fríos y miradas al cielo. Cierro los ojos, el amor de mi abuela, la sonrisa de mi tía Agustina, la risa de mi tía Isabel, la bodega de mi tío Luis, las voces de mi tía Serapia, la retranca de mi tío Julio, la higuera en el patio, el Lala en el Cristo y mis primas en el bar. Vecinas de siempre, chorizo de venao, esperas en el caño y mañanas de tinao.
San Vicente es el recuerdo permanente de un amor presente. Cierra los ojos.

martes, 17 de mayo de 2016

Corpus de ilusión.

En el pueblo del Santo Encuentro, de la querencia y la devoción, se acerca el Corpus Christi, fiesta ejemplo de implicación. Alfombra tintada en el suelo, corcho y serrín, flores de ilusión, tras jornadas de entusiasmo, trabajo y dedicación.
Fiesta de los colores, del negro de luto, cominera y picón, del rojo de buche, tomatá y patatera, gris, amarillo, verde y azulón. Blanco de brocha seca, cal inmaculada, luz en la pared, con tiza las cruces pintadas, de la lluvia a su merced.
Suena el habla entre el gentío, gloria de tono cantarín, se habla del zacho y la saca, el boliche y el falagao, el jediondo, el lambucero, la jartura y el añugao, es el deje de mi pueblo, es su sana identidad, es su alegría en el habla que me da la afinidad.
Se vive la expectación, viene el Corpus viviente, el desfile de la ilusión de los niños de San Vicente.
San Vicente de Alcántara un pueblo vivo que no hay que tocarlo para sentirlo, hay que amarlo para vivirlo.

jueves, 12 de mayo de 2016

Ni Bulli ni leches.


Hoy tocaba, hoy he comido en "casa mama", ni "El Bulli", ni Arzak ni leches en vinagre, las mejores patatas con bacalao del mundo las hace mi madre, no hay manjar como ese, unas patatas aderezadas con amor de madre no hay quien las iguale.
Lo mejor de ir a comer a casa con mis padres es la tertulia del café, me encanta, me chifla el pasear con ellos por el pasado, es sumamente enriquecedor, es un sano baño identitario de reafirmación en el orgullo por unas raíces, una tierra, un pasado y una historia.
Mientras saboreo el café mis padres me pasean por la Pared Nueva para visitar al abuelo Porras mientras vende su queso, vamos  a Cobacha y Valdespinar, hablamos con Don Alvaro y nos vamos con el carro al pueblo para "hatear".
Vamos a ver a la abuela Celedonia y al Abuelo Agustín Rebollo "El arrecío", de paso a Rosario y Cecilia "Las Jara", pasamos por casa de las tías Joaquina, Isabel, Antonio y Cruz, las primas María, Teresa, Antonia, Maruchi, Adela y Mari, los primos Guillermo, Foro, Juan, Miguel, José, Claudio, Chele y Miguel. 
Vamos al quiosco del Cristo, nos atiende la señora Amalia, subiendo a casa la vecina de mi abuela Andrea nos sale a saludar, es la señora Victoria "la llorina" mientras "Manolo el Pámpano" está liando alguna con mi tío "Chiripa".
La "Pelotona" nos saluda contenta, hemos coincidido en el pueblo, ha venido de vacaciones desde San Sebastián, hemos visto al tío Martín Bautista "El Quiri", a mis tíos Pedro, Ángel, Teresa, Julio e Isabel, todos "Pinea". Hemos estado con los tíos Julio y Serapia, la tía Justa y el tío "Chato", el tío Joaquín y la tía Mari Juana, mis queridos tíos Luis, Isabel,  Juan "El Culata" que para mí siempre fue el "Tomba" y Agustina, la sonrisa de los Arrecíos. Con todos hemos estado, hemos revivido el pasado y pasado las hojas de la vida con emoción, hemos compartido sus momentos, sus sonrisas y alegrías, sus dolores y penas.
Hemos hablado de los "Corchado", de Cándido, Esteban, Mari Carmen y Eduardo, hemos hablado de ellos, hemos hablado de todos, hemos hablado de nosotros, hemos hablado del pasado y el presente, de la historia que está ahí, que nadie nos puede quitar, de nuestra vida..
Hoy he comido las mejores patatas con bacalao del mundo y un postre único, un delicioso pastel de historia, pasado y vida, un alimento al alma.
Ni Bulli ni leches.

martes, 10 de mayo de 2016

Garantía de por vida.


Jamás vendería no que no comprara, no valgo para ello y además, en este caso tampoco tendría demasiado sentido, yo vendo lo mío, lo que nadie puede comprar, lo que no se encuentra en los chinos ni lo tiene el Corte Inglés. Vendo lo que cuento y cuento lo que siento, sabiendo lo que digo, sin necesidad de pensar, sale sólo, sin querer, con la naturalidad de una expresión sincera y sin postureos, componendas ni composturas innecesarias, sin retórica ni más intención que evocar mi lejano pasado, mis entrañables recuerdos, hablar de mi tierra y contar sobre un sentimiento verdadero, puro e íntimo como homenaje a mis orígenes, mi familia, mi pueblo y mis raíces. Vendo lo que nadie puede comprar, con garantía de por vida.
Es fácil hablar de lo que se ama, lo difícil es poder llegar, transmitir esa verdad y compartir un sentir real. Determinadas sensaciones no se pueden expresar con la palabra, es imposible, nos pasa a todos, todos tenemos unos recuerdos íntimos e imborrables encerrados en la impotencia de su exposición, como el tacto de aquellas manos o el timbre de aquella voz, aquello que sólo se puede sentir tocando y oyendo, aquello que sólo cada uno diferencia e inútilmente intenta revivir por mucho que cierre los ojos, por mucho que abra el corazón.
Vendo productos únicos, inimitables e inasequibles, vendo emociones íntimas, tan profundas como imposibles de transcribir, de hacer llegar, son joyas en el cofre del alma, son sentimientos individuales y privativos que sólo allí se sienten, sólo allí se reviven, porque sólo en San Vicente duermen los indescriptibles aromas del recuerdo y los exclusivos sabores de la memoria, son emociones exquisitas sin fecha de caducidad, un amor con garantía de por vida.

jueves, 5 de mayo de 2016

Sanvi se escribe con uve.


Sanvi se escribe con uve, con uve de novela viva, de verte, Reverte y vida, de llave a la lluvia de vivencias, de envidia al vacío y elevada devoción. Sanvi se escribe con uve, con uve de valor, de fugitiva pasión, de valla que no divide y virus del amor, de jovial y juventud.
Sanvi se escribe con uve, con uve sin frívolidad, visita y revoloteo, de beso adhesivo y vista privilegiada, de uve de suavidad, vuelta triste y calor de invierno, de roce primitivo, caricia posesiva y abrazo impulsivo.
Sanvi se escribe con uve, con uve sobrellevada, corazón rejuvenecido y adverbio comparativo, de vanagloria del visionario, alivio en desagravio y mirada inadvertida.
Sanvi se escribe con uve, con uve de alevosía y abusiva pasión, de cautivo evasivo sin adjetivo y sentir clavado en la vida, de prevención en conserva, amor revalidado y fervor favorecido, de sentir en relieve y verdadero, de valores de verdad sin reserva.
Sanvi se escribe con uve, con uve de trovador válido y narrativa valiente, de párvulo novato y veterano aventajado, de aventurero malaventurado, de nave sin vela que inmovil observa recuerdos a la deriva.
Sanvi se escrive con uve, con uve de maravilla.

lunes, 2 de mayo de 2016

Recuerda.


Los recuerdos no caducan, no prescriben a los equis años ni tienen fecha de consumo preferente, van contigo, guardados en tu memoria, en el bolsillo del cariño, frescos, sin envase al vacío..
Los recuerdos son una forma como otra cualquiera de aferrarte a las cosas que amas, los momentos felices, los que no quieres olvidar, bocados dulces que no suben el azúcar, literatura privada, sonrisas a solas, lágrimas furtivas, momentos revividos, cuerdas al pasado, cofre del íntimo tesoro.
Si recuerdas es que estás vivo y aunque no se pueda vivir de los recuerdos, si con los recuerdos, con la cercana compañía de tu memoria en la lejanía, con el sentimiento de la memoria y el amor permanente.
Los recuerdos bonitos también son duros, muy duros y dolorosos, incluso más que los malos recuerdos pero aun así, recordar es bonito, sencillo y fácil, todo lo contrario que olvidar.
Alguien dijo alguna vez que los recuerdos son el único paraíso del que no podemos ser expulsados, entonces, disfruta de ellos y… no te olvides de recordar.
Recuerda.

miércoles, 27 de abril de 2016

Soy de San Vicente.

Soy de San Vicente, soy adicto a mi pueblo, a sus gentes y costumbres, al eco de sus vistas, al timbre de su canto, sus calles, silencios, miradas y tacto, a su aroma, sus risas, su alegría y su llanto, su paz y pasión, sus cosas y casas, su imagen y estampa. 
Soy de San Vicente, del negro sobre gris, las zapatillas blandas, la bata de guata y el moño canoso, la porrina de la mano, la tina en la cabeza, el cubo del pozo y la artesa de corcho.
Soy de San Vicente, reo del guionista, el que marca el paso y señala el rumbo de la vida, el que así lo decidió y eligió, el que quiso que quiera a mi pueblo como lo quiero, el que me envenena de emoción, se apropia de mi sensación y me hace presa fácil de sus encantos, quien aromatiza su espacio con perfume de besos lejanos y caricias del pasado, quien utiliza artes de amor en la memoria como modo de dependencia.
Soy de San Vicente, de un lugar mágico untado con recuerdos de infancia y aromas de niñez, dónde las piedras hablan y la memoria regurgita imágenes recónditas, gestos rescatadas del olvido y sensaciones perdidas en el pasado. 
Soy San Vicente, del lugar donde vive mi historia y nace mi pasado, donde empiezo la vida y nace mi muerte, donde se pierde el olvido y renace el recuerdo, cuna de mi existir.
Soy de San Vicente, soy dependiente del amor por mi tierra, la única droga que da siempre positivo. Hasta la muerte.

domingo, 24 de abril de 2016

La camiseta.


Estaba yo aquí tranquilamente sentado tomando café mientras leo la prensa y al ver la camiseta en la cesta de la ropa me he acordado de mi amigo Manolo, que jodío Manolo.... A lo que voy.
En su día fui un forofo del fútbol, hoy por razones que no vienen a cuento pues... como que ya no, como que paso bastante del fútbol y lo único que me gusta de ese deporte es la panzada de cerveza frente a la pantalla viendo el partido con los amigos. Por cierto, no os imagináis como se jincan la patatera roja...
Hace ya un tiempo, me puse en el gimnasio la única camiseta futbolera que tengo, la del Sanvi y por razones obvias. En clase de spinning, o lo que es lo mismo, en clase de "dar pedales a toda leche para no ir a ningún sitio", siempre me subo a la misma bici y a mi derecha se coloca mi viejo amigo Manolo "Pulgarcito", lo de llamarle así es porque mide uno noventa y ocho el chiquitín.
Nada más entrar en clase, me estaba esperando en la bici y en cuanto me ve se fija en mi camiseta y con la retranca gallega que le caracteriza me suelta:
- Coño Pin... ¿Y esa camiseta?
- ¿Pues no ves lo que pone Manolo?  ¿No ves el escudo? ahí dice "Sanvicenteño" y aquí "Concejalía  de Deportes Ayuntamiento de San Vicente de Alcántara", ¿de qué equipo puede ser Manolo?  ¿del Bomberos Voluntarios de Albacete Fútbol Club?,
- Ahhh, pero tenéis hasta equipo de fútbol y todo....
Aaaanda.... mira que jodío el Manolo, mira que cachondo es el Pulgarcito, ¡acababa de tocarle la pocha! haber pedido muerte majete... Ahí empezó todo...
En los más o menos diez minutos que mi forma física y capacidad pulmonar me permitió el poder hablar y respirar de forma simultánea sobre la bici y como tampoco era cuestión de dejar de hacer lo segundo por culpa de lo primero, en ese tiempo, antes de ahogarme me las arreglé para ilustrar a Manolo en su más que evidente desconocimiento sobre la belleza y bondades de Extremadura, le hablé de su cultura, historia, patrimonio, tradiciones, costumbres, gastronomía y encantos naturales, confesándome después que no la había pisado en su vida por lo que me comprometí a hacerle una especie de guía de viaje si él me prometía recorrerla en su próxima ruta en moto, y así fue. Lo hizo, vaya que si la hizo.
Esto fue más o menos por Abril y en Junio visitó nuestra tierra siguiendo el recorrido en círculo que le marqué, Plasencia, Cáceres, Trujillo, Guadalupe, Mérida, Badajoz, Elvas (ya que estamos...), Alburquerque, San Vicente, Valencia y Cáceres. No daba tiempo a más.
Durante esos días hablábamos por teléfono a diario y yo le notaba enormemente sorprendido y sumamente contento del viaje que estaba haciendo pero a su regreso estaba tan satisfecho y encantado con lo vivido, por los nuevos sabores que había catado y el descubrimiento que había hecho de las maravillas de Extremadura que nos saltamos la clase de "sudorosas pedaladas para no ir a ningún lado" para pasarnos más de una hora en una mesa de la cafetería zumo de naranja en mano (esto último no lo digáis por ahí) contándome lo que había visto y lo que más le había gustado de cada sitio visitado. Confieso que escuchándole hablar sobre el carácter y hospitalidad de sus gentes me hacía el culo gorgoritos de satisfacción.
Que jodío el Pulgarcito... Desde entonces su opinión sobre Extremadura es otra totalmente diferente precisamente por estar informado al conocerla, hecho éste que ratifica con absoluta rotundidad el refrán que sabiamente sentencia que "la ignorancia es la madre del atrevimiento" y curiosamente todo gracias a una camiseta, la camiseta del Sanvi.
Es lo que hay.


jueves, 21 de abril de 2016

Contando cochinos.


Hace un rato, hablando con Isabel Rivero sobre la conversación telefónica que he tenido esta tarde con mi nieta, se produjo una combinación de sabores de exquisita y confitada mixtura, lo de poner en modo avión la cabeza es fácil pero con el sentir puedo asegurar que eso no funciona, no es posible y así, sin querer me salió una ensalada flambeada de tres ingredientes a cada cual más dulce. Mi abuela, mi pueblo y mi nieta.
Fue hace dos años, la primera vez que mi nieta pisaba el pueblo, cuando apenas tenía cuatro años. Desde nada más llegar yo esperaba de forma ansiosa aquel momento así que una tarde después de comer, mientras los demás descansaban, cogimos el coche y nos fuimos los dos solos a los Canchos Blancos, sin adosados, acólitos ni ocupas emocionales.  Nos íbamos a contar cochinos.
Evidentemente lo primero que había que hacer era llevar un palo para apoyarnos al andar y defendernos por si nos salía un cocodrilo rosa con los dientes sucios o un ciempiés con zapatillas de correr. Importantísimo lo de ir bien preparados.
La enseñé la ermita por dentro, exploramos huellas de osos amorosos hasta el Cancho del Peligro y aunque las buscamos... no encontramos vacas vestidas de vaca, bellotas cuadradas de la suerte ni hojas mágicas con corazones pintados de rosa. Habrá que volver, los Canchos Blancos es un lugar mágico.
Tras beber del caño, nos sentamos bajo el tinao de mis abuelos, en el mismo lugar y sobre la misma piedra que hace cincuenta años. Contábamos cochinos y nos divertíamos poniendo nombre a cada uno.  Lucía nunca había visto tan cerca "cerditos negros", estaba disfrutando, era feliz, como yo hace cincuenta años en aquel mismo lugar y haciendo exactamente lo mismo, contando cochinos, allí sentado, con mi abuela. 
No estábamos solos, éramos tres, allí estaba presente su recuerdo brotando desde lo más íntimo y mágico del lugar y por un momento, pensando sin querer pensar, la imaginé jugando con mi nieta, riendo abiertamente y sin complejos mientras se la comía con sus besos de repetición, acariciándola con aquellas cálidas y rugosas manos cuyo tacto nunca olvidaré, fue un imaginar bello y terriblemente duro, tanto que no lo volveré a hacer jamás.
Volvimos a casa y al llegar yo disimulaba lo indisimulable. Evitaba las miradas y de hecho, mientras Lucía contaba la aventura vivida salí a recoger una leña innecesaria. Aunque no me dijeran nada mis hijas sabían lo que había, dónde habíamos estado y lo que habíamos hecho, lo entienden y respetan solemnemente. Ellas lo sabían y se esperaban que hiciera lo que hice, lo mismo que en su día ellas vivieron, lo que les había contado mil y una vez, el dar la continuidad debida a mi pasado, convertir en ley privada el íntimo uso de mis recuerdos, hacer lo que me pide el corazón y empujado por el lugar al dictado de un amor sin fin, revivir a mi abuela en mi tierra, en la magia de mi pueblo, junto al tinao donde tantas ratos de niño pasé con ella, darle vida, hacerla presente compartiendo con Lucía aquellos momentos como conmigo hacía ella hace cincuenta años, dar voz muda al silencio de mi devoción y sobre todo disfrutar de mi nieta con el infinito amor que a mi abuela debo y que por su pronta marcha no le pude devolver.
Mi abuela Andrea está presente en mi, como siempre ha sido y siempre será, en lo más profundo de mi ser, desde siempre y para siempre. Cincuenta años después todo sigue igual, nada ha cambiado en aquel mágico lugar de San Vicente, aún me veo allí sentado con mi abuela, contando cochinos.

martes, 19 de abril de 2016

Colorín colorado.





Erase una vez un lugar donde los silencios hablan, donde el tiempo tiene otra dimensión, donde los aromas tienen rostro y los colores tacto, erase una vez un lugar tan sensorial que las palabras adoptan una desnudez casi pornográfica.
Erase un lugar de Corpus colorido y cielo colorado, un lugar de cuento para contar recuerdos, donde las casas con los años cambian de tamaño y las calles encogen con la edad, un lugar con sitios sitiados por la emoción, parajes rodeados de memoria y caminos surcados a ras de piel.
Erase una vez un lugar con rincones indefinibles, parajes únicos e irrepetibles, imborrables en el recuerdo, seductores y poseídos por un amor desmedido, erase una vez un cuento que cuenta de un lugar hechizado por ​el pasado, perfumado por el sentimiento y adorado por el más intimo de los afectos, donde lo invisible es sensible y el amor tangible.
Erase una vez un lugar de migas compartidas y gazpacho de poleo, buche, mondonga, cominera y patatera, un lugar con la vida debida, luz blanqueada al sol y resóleo a la sombra, de pasión esculpida y miradas puras, de besos abiertos y abrazos cerrados, un lugar cálido de espacios vivos, sin apariencias que engañen ni males que vengan bien, sin dulces margosos ni arrieros en el camino, erase un lugar mágico, erase una vez un lugar de cuento.
Y colorín colorado..., a San Vicente hemos llegado.

sábado, 16 de abril de 2016

La trampa del paraíso.

Contente y aguanta, no te acerques por allí, ni se te ocurra porque caerás en la tentación, morderás la fruta prohibida, pecarás de pasión y ya será tarde, ya no habrá remedio ni solución.
No vayas, no tientes a la suerte. Te ligará su historia, su nobleza, te contagiará la sencillez y naturalidad de sus gentes, apestarás a normalidad y modestia. Es sumamente peligroso, no vayas, ni te acerques.
No vayas, no se te ocurra porque caerás en su red y aplastado por sus argumentos, serás presa fácil, te mostrará la manzana y caerás, te convencerá con el tinte de sus tonos, la magia de sus colores, la mezcla de sus aromas y la amalgama de sus sabores. Te engancharás a la alegría de sus gentes, su hablar cantarina y el deje de su optimismo. 
No vayas, ni te acerques, probarás su prueba, catarás su mondonga, su chacina, sus bollos y porrinas, memoria a cucharadas que te harán esclavo de sus sabores, víctima de tu paladar y cautivo de tu pasado.
No vayas que volverás, volverás y subirás a mirarlo desde la balconada de tu intimidad, a solas con tu compañía, te sentarás junto al tinao, cerca de la ermita y sentirás como te atrapa el brillo de su luz, la dulzura de su imagen  y la belleza de su estampa, vivirás la caricia del entorno, el brote de las emociones, la plenitud de las sensaciones y la doctrina de los recuerdos. Puro, sincero, sin tinieblas, con la transparencia de un amor sincero.
No vayas, lo que no se conoce no se ama, no vayas al pueblo, San Vicente es así, monte de orégano, pelos de punta, cuna de lo entrañable, baúl de los recuerdos y lágrimas al aire, San Vicente es... la trampa del paraíso.

Hasta el infinito y más allá.

Cuando viniendo por Salorino tienes que disimular tu flojera al divisar su pueblo en la lontananza, cuando se rompe tu emoción por el lacrimal y descompones la viril figura que aunque de lejos se te supone, cuando se te escapa el sentir, cuando transpiras devoción por tu tierra y pasión por tus raíces.
Cuando mil y una veces sentaste a tus padres en el sofá de los relatos para mil y una veces escuchar la historia de tu historia, cuando conoces Cobacha, Mayorga o Valdespinar como si allí con ellos hubieras pasado su pasado, cuando vives con delirio las crónicas de la memoria oyendo a tus padres hablar de sus padres. 
Cuando has sentido en cercanía la fascinación de un noviazgo infantil, las furtivas escapadas al pueblo, las mañanas tristes tras noches alegres, una ausencia temprana, una boda enlutada, un parto complicado, una coz en la cara, un blanqueo de fachada, el calor de una siega o la ruina de una tormenta, cuando por conocer tu historia sabes quién eres y de dónde vienes.
Cuando paras siempre en la sombra de aquella curva, una curva sin sol donde tu padre vio por última vez con luz de vida a su madre, cuando sin haber nacido has vivido momentos, trances, dichas y desdichas del pasado, cuando has sentido muy dentro los momentos álgidos por su dulzura o trágicos por amargura, cuando vives con intensidad la verdad de una transmisión tan íntima como real, cuando vives tu pueblo en la distancia, cuando coses, zurzes y remiendas los recuerdos en el blindado rincón del alma, cuando pasas y repasas tu memoria, cuando la respiras con ansia, cuando te guía el aroma del paladar, el perfume inoculado en tus entrañas y las sensaciones de la piel, cuando manas orgullo por tu tierra y cuando rozas lo cursi de una hagiografía al escribir sobre ella.
Cuando rebosas verdades de las de verdad, de la auténticas, de las que el paso del tiempo no puede distorsionar, cuando los hechos y actitudes son ratificadas por extraños para una constancia tan innecesaria como íntimamente gratificante, cuando vienes de un pasado en humildad y un ayer de verdad para edificar un presente verdadero, cuando sabes quién eres porque sabe de dónde vienes, cuando vives lo que sabes, sabes lo que sientes y sientes lo que dices, entonces llevas el orgullo por tu tierra y por su gente hasta el infinito y más allá, mucho más. 

Un lugar así.

No existen los lugares más bellos del mundo, no hay miradores con las mejores vistas del mundo, no existe el rincón más espectacular. Hay miles de sitios especiales, cientos de puntos representativos, decenas de parajes singulares pero solo uno es el único, el que te transmite miradas, recuerdos y lágrimas, el de los momentos, instantes, tiempos y pasajes, el del sentimiento y la sonrisa del alma. Sólo uno.
Sólo existe uno, el del corazón abierto y la afección flagrante, el del cariño al aire y el amor a borbotones, el de los pelos de punta, el que te eriza la piel, el del aroma a niñez y el tacto arrugado.
Sólo existe un lugar así, el del negro sobre negro y los besos de metralleta,  el lugar donde se guarda el pasado, donde arraiga la vida, donde nace la emoción, donde tiembla el alma y se encogen las entrañas,  donde se emociona el pensar y se desborda el sentir.
Sólo hay un lugar único, sólo existe un lugar así, mi pueblo, San Vicente de Alcántara.

El alma amollecía.

Todo la venía bien y de nada se quejaba, nunca pasaba nada, ya se arreglará, todo merecía su sonrisa, hasta la vida. Nunca se le movían las gafas, de hecho no la recuerdo acomodándose jamás la montura.
Recuerdo mucho sus manos, unas manos curtidas, ásperas y demasiado trabajadas. Con ellas me pelaba las naranjas que abría en gajos e iba depositando en el mandil para desde allí ir dándomelas en la boca. Eran unos gajos calientes, era el calor de mi abuela, el que llevo marcado a fuego.
Mi abuela es aroma de café, corcho y porrinas, es la verdad de la verdad, la respuesta a la pregunta que nunca me he formulado, la humildad por bandera y la honradez por blasón, es ver más allá de donde mire, la frescura sin maquillar, la grandeza de los diminutivos y al alma "amollecía".
Por algún sitio leí... "Cuando te preguntes si has amado demasiado,.. pregúntate también si acaso has respirado de más para seguir viviendo."

El gallo.

Siempre nos traíamos cosas del pueblo, cosas que no valían para nada pero para nosotros significaban mucho. Se romperían, se perderían o qué sé yo, el caso es que cada vez que volvíamos del pueblo nos traíamos uno, si, me refiero al "gallo del tiempo", un gallo portugués de esos que cambiaban de color dependiendo del tiempo que hacía o iba a hacer.  Nada de previsión a corto espacio, no, de eso nada, era algo natural y puntual, en vez de asomarte por la ventana mirabas el gallo, aunque después (por si acaso) mirabas por la ventana y no por falta de confianza no, solo era por si acaso. 
Ahora que lo pienso, allí en el pueblo un gallo de esos no tendría mucho trabajo, tendría que aburrirse más que un hincha de ajedrez, no me extraña que aquí en el norte acabaran medio loco y de ahí su obligada y periódica reposición ya que en el mismo día puedes asarte de calor, cascar de frío, te puede llover a mares, hacer sol y si te descuidas, hasta nevar. Como para no desistir del intento de predecir nada el pobre gallo. 
Ahí sigue, en su rincón de pensar, aunque por relevos lo tengo en casa desde hace más de treinta años y de ahí no lo muevo aunque el muy gallito debe haberse pillado por su cuenta la jubilación ya que desde hace tiempo, muuuucho tiempo pasa de todo y está en modo off, sólo le falta un cartel al cuello que ponga... "A mi no me mires que no estoy."
Su exposición encima de cualquier lugar de casa era una ostentación de orgullo y su presencia, en lo que a mi se refiere me hacía compañía mientras esperaba el momento de volver a estar en mi pueblo, con mis abuelos. Ya me da igual su color, lo conservo por tradición y porque lleva pintado el nombre de mi pueblo.
En mi casa hay mucha simbología del pueblo, tengo el típico platito de Recuerdo de San Vicente de Alcántara" sobre dos soportes que se engarzan el uno con el otro para mantenerlo erguido, bastantes objetos de corcho como dos asientos, un joyero, un precioso palillero que me regalaron mis parientes del Litri, etc..., pequeñas cosas, cosas futiles, no todo lo que nos traemos del es chacina y bollos, nos traemos cualquier cosa pero de allí, de nuestro pueblo, cosas que te recuerdan tus orígenes y cuyo escaso significado crece en progresión ilimitada cuando estás fuera, algo que llega hasta el infinito y más allá, como tu orgullo de ser extremeño y sobre todo, sanvicenteño.



Recuerdos.

A estas alturas, como dice Fito en su canción... "puedo escribir y no disimular, es la ventaja de irse haciendo viejo..." Debe ser que me estoy haciendo mayor, debe ser que el uso por la edad va desgastando el escudo precolombino que absurdamente disimula la normalidad de las emociones, debe ser eso. 
El caso es que yo no es que sea especialmente nostálgico aunque para ser sincero, de mi pasado (que no del pasado), solo echo de menos todo y cada día más puesto que mayor es la emotividad de los recuerdos. Cuando hablo con mi madre y le narro alguna de esas escenas, se sorprende y hasta ha llegado a preguntarme que cómo es posible que lo recuerde, lo tengo fácil, solo tengo que contárselo para reflejar la verdad, ella estaba allí o sabe de lo que hablo.
No es una cuestión de memoria ni capacidad del disco duro, no se trata de procesamiento de datos y estiba de la información, no, no es como el cajón de los calcetines que caben o no depende de como los coloques, no es eso, el secreto está en el amor infundido, en el sentimiento más íntimo, en la calidad de la vivencia para ser o no merecedora del recuerdo, en la querencia de lo puntual, de aquel momento que por una u otra causa se grabó tan dentro que casi cincuenta años después puedes describir con total pulcritud aquel instante, aquella sensación, el tacto de aquellas manos, aquella risa, ese beso y hasta el aroma del lugar.
Los recuerdos no mienten, están ahí, perfectamente colocados así pasen los años, preservados del olvido, a resguardo del tiempo y al calor del corazón.
No están prefabricados ni los encontrarás en el todo a cien, es algo privado y privativo, no hay dos por uno, cada uno es diferente, auténtico, especial y original, cada vivencia es única aunque todas se vinculan a la misma raíz, la del amor utilizado como abono en su siembra.
Estoy seguro, segurísimo que dentro de cuarenta años, a mi nieta Lucía le pasará exactamente igual que a mi, lo sé porque sé como es y la veo venir. Dentro de cuarenta años sonreirá hasta emocionarse recordando como cuando era niña, a solas con sus abuelos iba al campo a buscar vacas vestidas de vaca, como por prevención cogíamos un palo para defendernos por si entre la hierba nos aparecía un cocodrilo azul de esos peligrosísimos que se comen las nueces con cáscara, recordará como cogíamos cangrejos en el río que levantaban la pinza para bailar sevillanas y luego los soltábamos para que se lo fueran a contar a sus hermanitos, como buscábamos ciempiés con calcetines de colores e hipopótamos entre las nubes. 
Se le humedecerán los ojos al revivir esos recuerdos, recordará con media sonrisa en la cara el ir con su abuelo andando de espaldas hasta casa, el caminar por la calle sin pisar la raya, como había que paralizarse y ni pestañear al subir por las escaleras mágicas, como enseñaba a su abuelo por dónde llegar a casa cuando a éste misteriosamente se le olvidaba el camino, dónde comprar frigopiés rosas, pipas peladas que no piquen, flahses de naranja o helados de limón de los grandotes y el cantar y bailar tocando la guitarra invisible...siempre recordará como todo el empeño de su abuelo era hacerla feliz y lo mejor de todo, lo más importante, es que ella lo repetirá la intención con sus hijos y se lo transmitirá a sus nietos, como hicieron conmigo.

Es la vida, una sucesión de enseñanzas, repetición de experiencias y transmisión de la herencia emocional. Esos serán sus recuerdos, los que hoy siembro en mi nieta, los que abono con amor, los que en su día sembraron en mí.