sábado, 20 de mayo de 2017

Ocho horas.


Ocho horas no son nada, no son nada pero han bastado para distinguir la luz sin sombras, para leerte a doble cara y con tinta legible, para repasar el pasado cerrando los oídos y abriendo el corazón, para sentir la eterna primavera en el continuo florecer de los recuerdos.
No son nada pero han bastado para hacerme presente y revivir aquellas mañanas de cochinos y tinao con ella, para sonreír al aire, para sentir el calor de una charla confortable, para notar el afecto en la expresión de mi gente, para vivir la familia, conocer y reconocer nuevas personas.
Ocho horas no son nada, sólo son el impulso de los latidos, de la inconsciente voluntad, del placer del último sorbo y el ansia por la dosis de una droga emocional, ocho horas no son nada, no son nada pero bastan y han bastado para vivir con ventaja, para sentirlo y sentirme, para alimentar mi orgullo, para contar que los días pasan y en cada minuto hay una hora, en cada hora un día y en cada día un alarido, un tierno recuerdo, un amor infinito por mi pueblo, algo que como los recuerdos, no se pudren con el tiempo.
Ocho horas no son nada pero bastan y han bastado para respirar, para sentir mi presente con la dignidad de mi pasado.

jueves, 4 de mayo de 2017

Pana zurcida.


San Vicente está relleno de recuerdos, de pana zurcida, de melodía oída y voz sentida, de aromas perdidos y sensaciones vividas, de caminos por donde volver, pasados por repasar y futuros que dictar.
San Vicente es un sueño escogido, una sensación por rescatar, un veneno inoculado y el antídoto aplicado, es el tiempo perdido y la edad vivida, es abrazos por dar, manos por estrechar, besos que recibir y errores que repetir.
San Vicente es vital, es sueño capital, es castillos que idear, es máscara y cáscara por miedo a llorar, poco que decir y mucho que contar, melancolía callada en pasión disimulada.
San Vicente es el telón por correr, una historia por narrar, es trigo por moler y poesía sin recitar, es blanco bajo gris, negro sobre luto, coleta cana, trabajo y fruto, es colchón de lana, piel curtida, sensata locura y pena sentida.
San Vicente es tal, ni es verdad ni es mentira, es un cuento real y por mucho que te cuente, siempre será igual, es poco que decir y mucho que contar, está relleno de recuerdos, de melodía oída, de aromas perdido y emoción escogida, es un sentir... para toda la vida.