martes, 31 de diciembre de 2019

Pajarillos

Los recuerdos posibilitan que todo siga igual, que nada haya cambiado, son imágenes dueñas de la verdad y aromas plantados en el tiempo, sin orden ni guión, adornadas con amor y nostalgia al son de la melancolía y el influjo de la edad. 
Son una sana y extraña amalgama que mezcla una linterna de petaca con una rodaja de melón, una escupidera y un desconchón, un calientacamas de goma, una calle empedrada y una puerta marrón. Una tina en la cabeza, un rosario en la pared, una artesa de corcho y en la Charca... pajarillos presos en la red.
Feliz Año Nuevo.

lunes, 9 de diciembre de 2019

Me encanta.


Mi pueblo trafica con psicotrópicos de amor en mis recuerdos menudeando con la sonrisa del querer, poco ha cambiado. Mi madre aún hoy me lo hace presente sin querer cuando me sigue diciendo que "aquello" era una "tejonera", que deje de "lambucear" con sus fotos, que estoy "falagaíto" y que de porrinas me pego una "pechá", que deje en paz a la "muchachina", que me siente con ella una "mihina" y que pare ya "enrrear".
Me encanta.

martes, 3 de diciembre de 2019

Un sentir a capela.


Mi pueblo es un código viejo, el tacto de un pantalón de pana, un valor en el espejo, una tierra que flama, en la charca un reflejo y un mandil sobre la cama. Es una piel arrugada, un amor en la retina, un alma de hiel y la amistad de una vecina. Una limonada con Miguel, un botijo en el mantel, un buche en la cocina y una cucharada de miel.
Es una puerta sin llave, una alforja de tesoros, un silencio que no calla, un velatorio de lloros. Un tiempo vividouna edad lejanaun principio intensivo, una boina de lana. Es un presente que estorba, una mancha en la camisa, un suspiro sanativo, un futuro con prisa.
Es una raíz compartida, un mapa estudiado, un amor sin salida, un sentir clonado, es un millón de sensaciones, un pañuelo de tela, una pasión sin versiones y un sentir a capela.






lunes, 25 de noviembre de 2019

Un pañuelo. dos horquillas y una dentadura.


Un pañuelo, dos horquillas y una dentadura. A mi abuela Andrea le lloraban los ojos y siempre llevaba un pañuelo blanco bajo la manga izquierda de la camisa, a la altura de la muñeca. Aquel pañuelo era "multiusos", lo mismo recogía sus lágrimas, gotas que de ella brotaban porque sí, como me limpiaba los mocos, se secaba el sudor o curaba mis piteras. Un pañuelo para todo.
Siempre llevaba moño y se lo hacía con una destreza y perfección rodada en años de práctica, no la recuerdo con otro peinado. Mientras con la mano izquierda agarraba la mata por su base, con la derecha retorcía en un círculo su canoso cabello aguantando entre los dientes un par de horquillas que rematarían su obra.
Tenía dentadura postiza pero le daba igual, nunca se la ponía, los dientes dormían en un tétrico y transparente vaso con agua, no había forma. A mi me hacía gracia verla comer sin dientes, la imitaba masticando exageradamente con los labios y se partía de risa...
Un pañuelo, dos horquillas y una dentadura. 

lunes, 11 de noviembre de 2019

Sueños



Sueño con mi abuela, creo que es porque la recuerdo muy guapa, inmersa siempre en el trabajo de su casa y el tinao. Casi siempre que sueño con ella está haciendo algo, sólo la pillo descansando cuando se sienta a la puerta con las vecinas.  
Son mi sueños pero no los sueño como quiero, los sueño siempre igual. En mis sueños, mi abuelo está sentado en el zaguán. Moja con la punta de la lengua el papel de fumar, tose mientras con sus dedos surcados de profundo trabajo lían su cigarrillo. Huele a cuero viejo.
Mi sueño siempre empieza conmigo de pequeño, en pantalón corto. El cielo está limpio. La calle caliente. Tía Marga está a un lado, anda como pidiendo permiso, un poquito inclinada hacia adelante, lleva un delantal de cuadros sobre una camisa clara de manga corta, vieja, con puntos salidos. Mi madre está en el patio lavando la ropa.
Mi casa es piedra mullida como una alfombra de lujo, se está bien, muy bien. Es una casa feliz.
En este punto, mi abuelo se levanta, se pone una camisa blanca y se cubre la cabeza con la boina, saca el chisquero y gira con la palma de la mano la rueda hasta que prende de nuevo la mecha, el cigarro siempre se le apaga un par de veces. Me encanta verle fumar, se gira hacia mi, me mira, con el cigarrillo colgando en el extremo de esa sonrisa que siempre me pareció agradecida, coge la garrafina y me hace un gesto. Vamos.
Tía, también me sonríe mientras se limpia las manos con un trapo de cocina, en sus ojos está esa dulzura que años después perdió con el alzheimer. Me dice adiós con la mano.
Creo que entiendo mi sueño y no me da miedo. A veces, sueño con mis muertos más queridos, y siempre me despierto lleno de paz.

Una vida.


Olvidé y no sin pena cómo se llamaba, es más, ya ni dibujo su cara en mis recuerdos., ha pasado mucho tiempo y una vida... Nuestros abuelos eran vecinos en aquellos tiempos de puerta siempre abierta y cerraduras sin llave, en los que lo que había se compartía aunque no sobrara y nunca faltaba para el niño que por allí pasara.
Los recuerdos con él me llevan al pantalón corto jugando al "guá" sobre el polvoriento firme del Cristo,a  un balón en la flama del empedrado y una peli de Domingo en el cine. Poco más.
A veces me gustaría tener una de esas memorias ordenadas, con archivadores niquelados, perfectamente ordenados por fechas, colores y olores a los que sus dueños acuden con seguridad en busca de datos pero no..., mi memoria no es así, el almacén de mis recuerdos es una especie de escombrera o muladar, una miscelánea de imágenes que surgen sin ningún orden lógico, una mezcla de aromas únicos, caras nubladas, miedos infantiles, sabores y tactos revolcados en la memoria de mucho tiempo, de una vida.

martes, 24 de septiembre de 2019

Salpicón de pasado.


Estamos hechos de pasado, de referencia humana y refranera experiencia, de pésames y alegrías, entierros y cumpleaños que no aún así borrarías. Venimos de crotoreo de cigüeñas, consejo certero, pulgas de perro flaco, talento humilde y buche en el puchero, sabios sin estudios, palabras que no se lleva el viento, mandil a cuadros, miradas de mil palabras y cantarín acento, besos de amor eterno, vida sin suplentes, pechos sin medallas, conciencia tranquila y cuenta rendida.
Somos un salpicón de pasado, de porrinas con azúcar, sardinas entre migas, un TBO viejo de "El Capitán Trueno", un regaliz de palo que chupar, un queso bañado en pimentón, una peonza por bailar, una postilla en la rodilla y pitera por curar, un vasito de quina Sansón, una bici grande y pesada, un higo chumbo que pincha en un lamento, un tren de madera del que tira una cuerda y un balón de reglamento. 
Somos estampas encuadernadas en la memoria, una peli de domingo en el Central con primo Joaquín, la sonrisa entre coletas de prima Paqui en los chocones, el mechero de piedra con mecha anudada, tío Luis lavando a mano su Land Rover los rincones, un beso en la nariz sin mucha puntería y mi abuela diciéndome... "que guapo eres jodío" cada día. 
Somos cosas sencillas adobadas en emoción, en paz interior salteada de recuerdos, en  el íntimo disfrute en los Canchos Blancos sentado, abrazando las rodillas con los dedos entrelazados, asomado de frente al abismo del pasado, con los ojos cerrados alcanzando tu historia  y media sonrisa tonta en la memoria. 
Estamos hechos de pasado.

viernes, 20 de septiembre de 2019

Un cuaderno de pasta dura.


San Vicente es cuaderno viejo con polvo y pasta dura,
un legajo mil veces leído a brocha gorda y cal de blancura, 
con mil historias manuscritas en tiznados renglones
que cuentan de un pueblo repleto de vida y emociones. 

Son notas que hablan de un amor sostenido,
del asalto de un suspiro en el pecho agazapado,
de una lágrima que brota en un sentir aturdido,
de un vocablo comprimido que escapa liberado. 

Es un álbum de nombrados lugares y conocidos rincones, 
de calles jalonadas con sabor y sensaciones, 
de recuerdos tatuados como único equipaje, 
de la edad y la memoria como triste peaje.

Es un libro que habla de horizonte en el alma clavado, 
de la ventaja de la edad en la mirada al pasado
de amistades lejanas y lazos de ternura, 
de un amor consciente sin traba ni censura.

San Vicente es un cuaderno viejo que habla de ti, 
de tu pasado allí presente, 
de tu tierra, tus entrañas, tus raíces y tu gente, 
de imágenes, aromas y sonidos, 
de la dignidad y el orgullo como herencia, 
con letras de honor, humildad y sapiencia.

jueves, 19 de septiembre de 2019

De memoria se trata.


De memoria se trata, de la que me lleva a la tienda de mi tía Cruz, punto de reunión de mis tías "Porras", de tía Paula sentada a la puerta de casa, vestida de negro con un medias negras y mandil gris, de tío Pedro bajando del tinao con la gorra puesta y las manos en los bolsillos. De la traviesa sonrisa de prima María corriendo detrás de mi tío Chiripa, de tía Agustina en la cocina, de cien nombres, miles de apodos y un millón de voces cantarinas.
De una radio de madera junto a la petaca de mi abuelo, del botijo que rezuma sobre la camilla del zaguán y un viejo brasero de picón en la pared colgado, de un cacho pan con patatera para merendar y medio bollo de pascua para desayunar, de gruñidos, berridos y tres cochinos en el tinao, del amor inmenso en la mirada de mi abuela, en el lejano olor de una churrería siempre abierta, de la ceniza fría de un cigarro apagado, del jabón lagarto sobre la pila y la garrafina de vino de mi abuelo.
De memoria se trata y es que en el pueblo apenas me queda el legado de preservar, proteger y transmitir los recuerdos de mi infancia, de mis seres queridos, de una pasión que vivo en sus aromas y sonidos, de frases caligráficas en tinta de emoción, de palabras mudas que hablan de vidas hoy calladas en sus calles y rincones, de imágenes y sonidos luchando en el centro de una vida tan pretérita en el tiempo como presente en mi, de un mundo que jamás quisiera olvidar.
De memoria se trata, sólo de eso.

lunes, 16 de septiembre de 2019

El aroma de mi abuelo.


En casa no teníamos cuarto de baño, aseo ni nada parecido. Para qué. En el patio, sobre la pila de lavar y tras apartar los cubos de latón, colocaba mi abuelo una palangana pequeñita, blanca y con tantos desconchones que daba que pensar que hubiera sido objetivo mil veces disparado por la carabina de mis tíos.
El agua caliente de lumbre, el espejo pequeño, simple  y sin borde, cuadrado y tiznado en sombra por los años, amarrado a una punta clavada en la pared. La brocha era de mango de madera gordo y de abundante pelo, ideal para cumplir su labor y enjabonarnos los dos. Él para afeitarse y yo para sentirme mayor. La maquinilla no era de navaja, era de las de cuchilla metálica que se intercambiaba a rosca desde su base.
El afeitado no era diario pero siempre verpertino,  llegaba de trabajar y tras asearse, toalla sobre el hombro y camiseta blanca de tirantes se ponía a ello. Yo esperaba ese momento para crecer. Barba cerrada de varios días, pelo duro y negro, afeitado ceremonial en el proceso pero ineficaz en su resultado, entre los surcos de sus mil arrugas  se refugiaba el resquicio a modo de resistencia pero para eso estaba yo... era mi momento, el de de hacer de resolutivo barbero, el de acercarme mucho a él, el de almacenar para siempre su olor a jabón "Chimbo", el eterno aroma de mi abuelo.

sábado, 7 de septiembre de 2019

El Cristo.

El Cristo son dos reales de golosinas, bolindres, chapas en el suelo y gua, garrafina de vino tinto, carreras de niños y el Lala en un tristrás.
Bicicleta vieja en el suelo, gallinita ciega en un rincón, patacoja, el escondite y patadas a un balón.  El Cristo es la infancia de nuestro acento, mocho de madera, rodillas negras y heridas sin lamento.
Estellesa que pita y llega, mayores que vienen y van, en el techo maletas atadas, amarradas a un cinturón, en la mano fiambreras vacías, testigos mudos de sonrisas abrazos y besos de repetición.
En el Cristo no muere la vida, son recuerdos en suspensión, imágenes con ruido viejo y suspiros de emoción. 

jueves, 29 de agosto de 2019

Lo sabe.


San Vicente lo sabe y se deja seducir por tu nostalgia, provoca tu memoria sensorial en un simple trozo de pan en rojo teñido o la textura de de un bollo dulce henchido de café. 
San Vicente te ofrece la charla en comodidad con quien acabas de conocer y de todos es conocido, te masajea el alma con el tacto de la amabilidad y te sirve en bandeja la franqueza de sus gentes.
San Vicente bucea sin riesgo en tu vida, dibuja sonrisas a los ausentes, descomprime tu pasado en boca de los mayores, rescata resquicios en el presente,  te regala besos de metralleta, te pasea sin prisa, con paso sereno y sostenido entre el amor a tu tierra y la pasión por tu pueblo al son de los recuerdos.
San Vicente te incita con su grandeza, con los suspiros en las pequeñas cosas y la dimensión de la eternidad, San Vicente lo sabe y se aprovecha, lo hace porque lo sabe, San Vicente lo sabe..  

domingo, 18 de agosto de 2019

A solas conmigo.


Pasaban de las doce de la noche cuando salí a la calle, tenía ganas de pasear conmigo, de vivir mi atemporal sentimiento sin ramas por donde irse, racional, calmado y cuerdo, con la prudencia de la querencia desmesurada y el impulso de la serenidad, sin tropezones de locura, sin remedio, sin sueños durmientes. A solas conmigo.
Pasear a lo ancho de mi pueblo y lo largo de mi vida, por un lugar perfumado de con aroma para el romántico, con el sabor que sabe, con el gusto de unos besos con los ojos cerrados, con el tacto de un blanco pañuelo arrugado en el bolsillo, un trapo calado de lágrimas recogidas.
Andar entre las arrugas de mi vida, esquivando al olvido con la pureza de un amor sin sexo, de un querer inducido por la naturalidad de unas raíces bien profundas, de un planta regada con el agua de la pasión por mi tierra.
Podría ser de otra manera, pero no sería igual, tenía que ser a solas conmigo.

jueves, 8 de agosto de 2019

Un adiós sin despedida.


Paso a limpio mis recuerdos
ganando tiempo al olvido, 
bailo pegado al pasado
contigo que nunca te has ido.

Reescribo renglones pasados
siento y detengo mi vida
rescatando del averno
aquel adiós sin despedida,

Es un canto del presente
llamando a filas mi pasado,
es pasión por San Vicente
es gritar lo que he mamado.

viernes, 19 de julio de 2019

Un botijo en el zaguán

Mi pueblo es el tacto de una vieja puerta, un pan para picar, un brasero de picón y un baño de jabón Lagarto en la table de lavar.
Mi pueblo es de pana y lana, artesa de corcho, tina de barro y rojo sobre pan, una gorra de visera, fiambrera de lata y revistas en el desván.
Mi pueblo es un abrazo largo, beso corto y mirada sin final, un amor profundo, ojos cerrados y sentimiento natal,  
Mi pueblo no tiene afueras, es el centro de la verdad, es aroma de sonrisas, sonidos desde la puerta y un botijo en el zaguán. 

domingo, 30 de junio de 2019

Sentir


El amor es el cómplice de una mente que no piensa, que traslada sin mesura lo que siente, que enmarañado duerme entre mil caras y un millón de voces, de sonidos ausentes y lozanos, llenos de una vida que transcurre rescatando roces deseados y besos incontrolables.
El amor lucha contra el olvido sin más arma que su valor, enciende la alegría en la tristeza de una lágrima y siembra de realidad la presencia de los recuerdos. El amor inunda tus ojos de gloria con la dulzura de su aroma, para que respires el aire de otra dimensión, el amor es cómplice de su pueblo, del encanto que rezuma de su gente, del poder de San Vicente.

miércoles, 19 de junio de 2019

Equipaje de vida.


Embelesado te miro, disfruto y pienso, te hablo bajo para no despertarme, rebozado en la ternura de mi somnolencia, con cándidos sonidos de imágenes auténticas, de ratos juntos donde cabe la infancia de un hombre para relajo de su madurez.
Y así, me llevas a su puerta, donde sentada ríe descompuesta y feliz en la llegada, donde llora con disimulo en la partida, la veo empapando mi cabeza con un peine que a cada poco baña en una desconchada palangana blanca, ahora, tranquila y posada, con las manos sobre su abdomen y los dedos cruzados, despide generosa una inmensa sonrisa de paz y bondad, y no me la muestras como quiero verla, es como era, son imágenes sin deformación sentimental posible, son estampas frescas en el tiempo, son sonrisas de amor empapadas con un peine.
No hay nada que no sea, son cosas que al oído me cuenta la vida arrancando el profundo sentir de un argumento en el alma tatuado, son viajes en el tiempo de miradas desde el zaguán, de jugar a la pelota en la flama del empedrado imposible, con pantalones cortos, rodillas negras y zapatillas rotas.
Es el escaparate de un feliz pasado, de un presente que desdobla imágenes apelotonadas en el rincón del olvido, en el equipaje de mi vida. 
Embelesado te miro.

Foto cedida por Esteban Corchado Roncedo.

domingo, 16 de junio de 2019

Medicina para el alma.


Tras desayunar leo la prensa y sin saber cómo abro una vez más las fotos y eso que acabo de estar allí, acabo de volver de soplar el humo de mis cortinas, despejar las borrascas de mi mente y recargar de recuerdos los vacíos de mi memoria.
Acabo de volver de allí, de mi pueblo, de un prospecto sin contras, de recoger los besos perdidos entre silenciosas paredes y muros acolchados de pasado, de desembalar una vez más el ayer, de recargar de vivencias el maletero del alma.
La necesidad me obliga a revivir y no imaginar,  a ir cada poco a sosegar mi conciencia, a comprobar el estado de mi memoria para prevenir del olvido, a calmar el revoloteo de sensaciones y regar de vida el amor por mis raíces.
Y es que, mi pueblo es..., medicina para el alma.

jueves, 6 de junio de 2019

Sentirte en mí.


Hacía tiempo que no escuchaba tu campanario tan de cerca, que no saboreaba el presente de mis recuerdos, que no te tocaba que nadie me llamaba "Pinea" en medio de una sonrisa.
Hacía tiempo que no disfrutaba del canto de tus cigüeñas, que no me hablaban de mi pasado, que aquellas zapatillas que le compró mi abuelo tras vender unas reses, del parentesco con un "Quiro" a través  de mi bisabuela Faustina, que la mili que alguien hizo con mi tío "Chiripa", de la bondad de mi abuela Andrea.
Hacía tiempo que no te paseaba, que no te sentía tan en mi.

viernes, 17 de mayo de 2019

Sin permiso.


Los recuerdos no piden permiso, brotan libres al compás del roce, los aromas y el sabor del amor en el canto de un deje.
Los recuerdos son libres y evocan sólo a quien quieren, no entienden de cinismo ni hipocresía y cuando aman lo hacen hasta el fin del hartazgo, besando con el frío del tiempo pasado en sus labios posado.
Los recuerdos son leales a la verdad, al orgullo de un mote, al grado de la profundidad y la sensibilidad, los recuerdos son vida pues vivos quedan a pesar de los pesares, en el limbo de la ausencia y libres al compás, sin pedir permiso.



miércoles, 15 de mayo de 2019

La fiambrera


Paseando por el efímero arte de vivir, recorriendo el mapa del cementerio de los recuerdos casi olvidados hoy rescato al hígado encebollado, no creo que exista nada más vomitivo y que por lo tanto me genere más asco, bueno si, la leche, ambos se pueden dar aún hoy la mano.
Con el hígado por testigo mi madre recurría al chantaje emocional con la repetida plática de … "con los niños que están pasando hambre en África y tu sin probarlo, vergüenza debía darte", pero es que era y es imposible, no puedo y me puede.
Al final y tras la siempre oportuna mediación de mi abuela como abogada del bien, esa porquería acababa en la fiambrera de mi tío Faustino para el día siguiente y así… un negrito hambriento menos.
Era una fiambrera metálica de entre latón, aluminio o similar, con una tapa independiente que se cerraba por la presión de un par de presillas, una tapa que alejaba de mi vista lo que hoy sólo es un recuerdo casi olvidado, casi.

miércoles, 3 de abril de 2019

Estar vivos.


Desde la balconada de mi edad, donde se ve a ojos cerrados, donde la mirada se pierde en la noción del tiempo, en la comodidad de una franca sonrisa, donde los renglones marcan sin tiempo el curso de los recuerdos, donde se camina por el presente de un pasado reciente, donde se siente cual tatuaje fresco el brote de la flor de piel que emociona el sentimiento, con la fortaleza en su tallo de la humilde verdad.
Con la incolora tinta de una culpa confesa, con la intención de amar sin hartazgo y el pensar del corazón, con el mote familiar en la frente, a pecho descubierto, con dar vida a nuestros muertos como mejor de los deseos, con las palabras cariñosas y lo bueno que nos pueda pasar, estar vivos.
Con el disfrute de cada momento, relajado, retorcido de gusto, reventado de vida, de la felicidad puntual, de la pasión por tu gente, del aroma de tu tierra, de tu cuna, de San Vicente.

lunes, 18 de marzo de 2019

Un lugar en condiciones.


Andrea lo hace cada día, cargada con la tina camina hacia los gruñidos del tinao. Es un corto camino que nunca acaba, un trayecto de mil paradas, a todos regala saludos sin saco roto, voces bordados en su sonrisa, en amor a la intemperie. 
Un niño va delante de ella, conoce el camino aún sin verlo, juntos conforman una imagen indivisible sólo separada por un espacio vital, se adaptan moldeables por el mutuo amor, sin esquina, grieta ni doblez.
Llegan al tinao, los Canchos Blancos son su refugio, un lugar en condiciones, un sitio lejos de la rutina y la cocina, un rincón de tiempo sin presupuestar ni prisa subrogada. Un lugar en condiciones donde pelear y batir a monstruos que nunca podrán con ellos, un lugar donde defenderla con su espada de palo.
Si mañana amanece ese niño la seguirá recordando, la salvará del monstruo del olvido..

sábado, 23 de febrero de 2019

Somos memoria.


Lo que más disfruto de mi pueblo es pasear por uno de mis lugares favoritos, el "Valle Segundo", la calle donde vivían mis abuelos. Allí me siento, siento mi pasado, y le hablo a mi nieta de mi familia y los momentos vividos.
Pasear por allí es buscar en el aire retales muertos y poder dar con alguien que te los reviva, alguien que por la "pinta" te saque y te hable de tu pasado.  Al poco tiempo, la charla te hablará del pueblo, de la gente que ambos conocéis, de tu familia y sobre todo de la vida de tus muertos.
Te recordarán personas, caras, colores y aromas que ya no están pero existen en la memoria de la forma única y personal en que nos acordamos de las cosas y la gente que importa, de los buenos y malos recuerdos.
Yo ya empiezo a ser memoria,  el único guardián de mis recuerdos, de las estampas vividas en otros tiempos. Empiezo a ser un guardián de mis recuerdos y espero serlo digno para transferir a mis nietas del amor por mi pasado, la pasión por mi tierra y el orgullo de mi gente.
Somos memoria, somos pasado y presente. El futuro, está por venir.

Amor a borbotones.


A pesar de los años, de haber mudado todas las tallas habidas y creo que por haber, aún hoy, cuando ya empiezo a cansarme subiendo escaleras, sigo soñando.
Los sueños son momentos en blanco vestidos con mandil a cuadros negros, tiempo flotante con forma de la paz, ratitos en defensa propia conscientes del onírico por puntual disfrute de unas manos marcadas con miles de arrugas, de sabrosas caricias y sensaciones de las que brotan aromas inolvidables, olores a recuerdos que se reparten por las calles del pueblo como generosa cortesía de mi pasado.
Sigo soñando con una desdentada sonrisa sentada en la puerta de casa, una mujer de alegría permanente que despide amor a borbotones, una sonrisa siempre hacendosa a la que aún hoy echo de menos sin bruma ni distorsiones, con la nitidez de un amor total y transparente.
A pesar de los años sigo soñando sin incidencias y en mis mejores sueños sueño que me despierta, y que lo hace con uno de aquellos interminables besos de metralleta, besos de un amor incontenible, total y a borbotones.
Ese sería mi sueño.

La vuelta de la historia.


Vuelve la historia. Su mochila es demasiado grande aunque no pese, prefiero cargar yo con ella. Va dos metros por delante de mí, con la cabeza gacha, mirando sus manos, o sus pies, o contando los baldosines (veo moverse sus labios y señalar con su dedo) que va pisando unos sí y otros no.
Se inclina ante una planta, las manos en sus rodillas desnudas, coge una flor blanca y pequeña, continua caminando jugando con ella. De pronto, sin más razón que la de ser una niña, echa a correr unos metros. Luego sigue caminando, sus ojos en la flor, se gira, me mira, sonríe, viene a mi y me coge de la mano. Me habla de sus cosas, unas no tienen nada que ver con las otras pero le demuestro con la atención que todas me importan mucho, son cosas importantes para ella, es lo que importa, las cosas importantes de su vida. La vuelta de la historia.


martes, 1 de enero de 2019

Tras la puerta del tinao.


Allí, tras la puerta del tinao duermen íntimos momentos, voces, ruidos, gruñidos y risas que no han pasado impunemente, que no son sólo recuerdos pasajeros.
Allí duermen auténticas estampas que marcaron mi vida, sonrisas imborrables y caricias arrugadas que dejan huella en la edad y el sinfín de mi cariño, recuerdos nutridos de aromas y sensaciones, de belleza posada y sentimiento sin letra pequeña, de esencia pura y presente en imágenes vivas de una sonrisa y rostro inolvidable, sin nada de pensar ni planificar, sólo amor sin letra pequeña.
Tras la puerta del tinao duerme la presencia de su vacío, recuerdos que endulzan su memoria y embellecen mi vida, tras la puerta del tinao.