sábado, 16 de abril de 2016

San Vicente de Alcántara.


Mi pueblo, entre Cáceres y Badajoz, donde uno viene y otro va, entre Valencia y Alburquerque no es difícil de encontrar. Donde se vocea la alegría, donde se canta al hablar, donde la migaja es la mihina y siempre sin exagerá.
Con dolmen engalanado y mucha historia pa contar, donde se sabe mucho de to y no se presume de ná, donde amargo se dice margoso y al amargado saborío, solo siendo de San Vicente podrás haberlo entendío.
El lambucero es un joíoporculo que al descuido se lo jincó, por ahí anda con cerote, de la pitera que se llevó. Son dichos de mi pueblo, expresiones y formas de hablar, que se dicen con cariño y sin intención de faltar.
En mi pueblo se entiende de corcho, cochinos, mondonga y tomatá, cominera y patatera, ya sea blanca o colorá y por el Corpus de colores, se tiñe el suelo con serrín, largas jornadas de trabajo para un ratino, un poquitín.
Sus bollos saben a infancia, dulces joriños que recordar, porrinas de grato recuerdo y silencios que hablan de más. Son sonrisas a la ausencia, emoción al evocar, lágrimas que de dentro escapan y no se deben evitar.
Son imágenes del alma, memoria del paladar, besos de la conciencia y aromas de la verdad, son recuerdos de un pasado que jamás podré olvidar.
San Vicente te amamanta, te da vida y emoción, te despierta la añoranza y te alimenta... el corazón. 

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