miércoles, 11 de julio de 2018

Un lugar de paz.


El Cristo en mi pueblo es un lugar de paz compartida, de paseo y estancia, de encuentro y espera, de miradas al infinito con mi abuela, con su aura. Es un lugar de onda en su compañía, la de una mujer adelantada a su tiempo con quien aún hoy, muchos años después tengo una onda especial, un sentimiento vivo que contagia alegría, cariño y amor a borbotones.
El Cristo en mi pueblo es su sitio, el de quien sólo veía lo bueno de lo malo y disfrutaba de cada momento con prisa por vivir, por llenarme de amor infinito.
A ella le debo la pasión por mi pueblo y mi tierra, su nombre en mil recuerdos, cien mil tímidas sonrisas y un millón de besos en lágrimas de amor y orgullo.
El Cristo en mi pueblo es un lugar para sentir, para dar vida a la eternidad de los recuerdos y resembrar la huella de mi alma.
Mi pueblo es un lugar de paz.