El Cristo en mi pueblo es un lugar de paz compartida, de paseo y estancia, de encuentro y espera, de miradas al infinito con mi abuela, con su aura. Es un lugar de onda en su compañía, la de una mujer adelantada a su tiempo con quien aún hoy, muchos años después tengo una onda especial, un sentimiento vivo que contagia alegría, cariño y amor a borbotones.
El Cristo en mi pueblo es su sitio, el de quien sólo veía lo bueno de lo malo y disfrutaba de cada momento con prisa por vivir, por llenarme de amor infinito.
A ella le debo la pasión por mi pueblo y mi tierra, su nombre en mil recuerdos, cien mil tímidas sonrisas y un millón de besos en lágrimas de amor y orgullo.
El Cristo en mi pueblo es un lugar para sentir, para dar vida a la eternidad de los recuerdos y resembrar la huella de mi alma.
Mi pueblo es un lugar de paz.
El Cristo en mi pueblo es su sitio, el de quien sólo veía lo bueno de lo malo y disfrutaba de cada momento con prisa por vivir, por llenarme de amor infinito.
A ella le debo la pasión por mi pueblo y mi tierra, su nombre en mil recuerdos, cien mil tímidas sonrisas y un millón de besos en lágrimas de amor y orgullo.
El Cristo en mi pueblo es un lugar para sentir, para dar vida a la eternidad de los recuerdos y resembrar la huella de mi alma.
Mi pueblo es un lugar de paz.