martes, 24 de septiembre de 2019

Salpicón de pasado.


Estamos hechos de pasado, de referencia humana y refranera experiencia, de pésames y alegrías, entierros y cumpleaños que no aún así borrarías. Venimos de crotoreo de cigüeñas, consejo certero, pulgas de perro flaco, talento humilde y buche en el puchero, sabios sin estudios, palabras que no se lleva el viento, mandil a cuadros, miradas de mil palabras y cantarín acento, besos de amor eterno, vida sin suplentes, pechos sin medallas, conciencia tranquila y cuenta rendida.
Somos un salpicón de pasado, de porrinas con azúcar, sardinas entre migas, un TBO viejo de "El Capitán Trueno", un regaliz de palo que chupar, un queso bañado en pimentón, una peonza por bailar, una postilla en la rodilla y pitera por curar, un vasito de quina Sansón, una bici grande y pesada, un higo chumbo que pincha en un lamento, un tren de madera del que tira una cuerda y un balón de reglamento. 
Somos estampas encuadernadas en la memoria, una peli de domingo en el Central con primo Joaquín, la sonrisa entre coletas de prima Paqui en los chocones, el mechero de piedra con mecha anudada, tío Luis lavando a mano su Land Rover los rincones, un beso en la nariz sin mucha puntería y mi abuela diciéndome... "que guapo eres jodío" cada día. 
Somos cosas sencillas adobadas en emoción, en paz interior salteada de recuerdos, en  el íntimo disfrute en los Canchos Blancos sentado, abrazando las rodillas con los dedos entrelazados, asomado de frente al abismo del pasado, con los ojos cerrados alcanzando tu historia  y media sonrisa tonta en la memoria. 
Estamos hechos de pasado.

viernes, 20 de septiembre de 2019

Un cuaderno de pasta dura.


San Vicente es cuaderno viejo con polvo y pasta dura,
un legajo mil veces leído a brocha gorda y cal de blancura, 
con mil historias manuscritas en tiznados renglones
que cuentan de un pueblo repleto de vida y emociones. 

Son notas que hablan de un amor sostenido,
del asalto de un suspiro en el pecho agazapado,
de una lágrima que brota en un sentir aturdido,
de un vocablo comprimido que escapa liberado. 

Es un álbum de nombrados lugares y conocidos rincones, 
de calles jalonadas con sabor y sensaciones, 
de recuerdos tatuados como único equipaje, 
de la edad y la memoria como triste peaje.

Es un libro que habla de horizonte en el alma clavado, 
de la ventaja de la edad en la mirada al pasado
de amistades lejanas y lazos de ternura, 
de un amor consciente sin traba ni censura.

San Vicente es un cuaderno viejo que habla de ti, 
de tu pasado allí presente, 
de tu tierra, tus entrañas, tus raíces y tu gente, 
de imágenes, aromas y sonidos, 
de la dignidad y el orgullo como herencia, 
con letras de honor, humildad y sapiencia.

jueves, 19 de septiembre de 2019

De memoria se trata.


De memoria se trata, de la que me lleva a la tienda de mi tía Cruz, punto de reunión de mis tías "Porras", de tía Paula sentada a la puerta de casa, vestida de negro con un medias negras y mandil gris, de tío Pedro bajando del tinao con la gorra puesta y las manos en los bolsillos. De la traviesa sonrisa de prima María corriendo detrás de mi tío Chiripa, de tía Agustina en la cocina, de cien nombres, miles de apodos y un millón de voces cantarinas.
De una radio de madera junto a la petaca de mi abuelo, del botijo que rezuma sobre la camilla del zaguán y un viejo brasero de picón en la pared colgado, de un cacho pan con patatera para merendar y medio bollo de pascua para desayunar, de gruñidos, berridos y tres cochinos en el tinao, del amor inmenso en la mirada de mi abuela, en el lejano olor de una churrería siempre abierta, de la ceniza fría de un cigarro apagado, del jabón lagarto sobre la pila y la garrafina de vino de mi abuelo.
De memoria se trata y es que en el pueblo apenas me queda el legado de preservar, proteger y transmitir los recuerdos de mi infancia, de mis seres queridos, de una pasión que vivo en sus aromas y sonidos, de frases caligráficas en tinta de emoción, de palabras mudas que hablan de vidas hoy calladas en sus calles y rincones, de imágenes y sonidos luchando en el centro de una vida tan pretérita en el tiempo como presente en mi, de un mundo que jamás quisiera olvidar.
De memoria se trata, sólo de eso.

lunes, 16 de septiembre de 2019

El aroma de mi abuelo.


En casa no teníamos cuarto de baño, aseo ni nada parecido. Para qué. En el patio, sobre la pila de lavar y tras apartar los cubos de latón, colocaba mi abuelo una palangana pequeñita, blanca y con tantos desconchones que daba que pensar que hubiera sido objetivo mil veces disparado por la carabina de mis tíos.
El agua caliente de lumbre, el espejo pequeño, simple  y sin borde, cuadrado y tiznado en sombra por los años, amarrado a una punta clavada en la pared. La brocha era de mango de madera gordo y de abundante pelo, ideal para cumplir su labor y enjabonarnos los dos. Él para afeitarse y yo para sentirme mayor. La maquinilla no era de navaja, era de las de cuchilla metálica que se intercambiaba a rosca desde su base.
El afeitado no era diario pero siempre verpertino,  llegaba de trabajar y tras asearse, toalla sobre el hombro y camiseta blanca de tirantes se ponía a ello. Yo esperaba ese momento para crecer. Barba cerrada de varios días, pelo duro y negro, afeitado ceremonial en el proceso pero ineficaz en su resultado, entre los surcos de sus mil arrugas  se refugiaba el resquicio a modo de resistencia pero para eso estaba yo... era mi momento, el de de hacer de resolutivo barbero, el de acercarme mucho a él, el de almacenar para siempre su olor a jabón "Chimbo", el eterno aroma de mi abuelo.

sábado, 7 de septiembre de 2019

El Cristo.

El Cristo son dos reales de golosinas, bolindres, chapas en el suelo y gua, garrafina de vino tinto, carreras de niños y el Lala en un tristrás.
Bicicleta vieja en el suelo, gallinita ciega en un rincón, patacoja, el escondite y patadas a un balón.  El Cristo es la infancia de nuestro acento, mocho de madera, rodillas negras y heridas sin lamento.
Estellesa que pita y llega, mayores que vienen y van, en el techo maletas atadas, amarradas a un cinturón, en la mano fiambreras vacías, testigos mudos de sonrisas abrazos y besos de repetición.
En el Cristo no muere la vida, son recuerdos en suspensión, imágenes con ruido viejo y suspiros de emoción.