viernes, 31 de marzo de 2017

Es así.


San Vicente es así, es no olvidar, es vivir la muerte, inundar de paz el alma, sentir las cosas buenas y endulzar los recuerdos; es recargar la emoción, quererte orgulloso, talar penas y disfrutar la danza de la memoria. 
Es mamar amor, seguir los pasos pasados, posar los pies en las nubes y escuchar los versos del tiempo, es alimentar el alma, acariciar los aromas y ver con los ojos cerrados, sentir. 
Es dar presencia a la ausencia, rodar la memoria, girar el sentido de la lógica y volar a la utopía, es tocar sus manos, sentir sus besos, escuchar su voz, reír su risa, contar cochinos y buscar culebras entre canchos. 
Es el poso del café, el desconche de una taza, una triste despedida, un desayuno lloroso, una lágrima en la sonrisa, un adiós desde la puerta, una mirada atrás, un disimulo imposible, una fiambrera de lata, un calor infernal, una marca de escay, un capó levantado, una pena que cumplir, un volver a empezar.
San Vicente es así.

miércoles, 22 de marzo de 2017

A fuego lento.


Mi pueblo son mis recuerdos. Una mente abierta bajo un moño cerrado, una mirada blanca tras gafas de montura negra, una risa sin disimulo y una boca mullida por la falta de dentadura, ese tétrico artilugio que nunca se pone, que pasa su existencia en el olvido y posa su utilidad en la profundidad de un vaso de agua.
Sus manos no conocen guantes, lo mismo enredan en la lumbre a pecho descubierto que despellejan pimientos asados o pelan a traición las púas de los higos chumbos, son unas manos inquietas, vividas por el trabajo, rudas, ásperas y sin brillo, unas manos secas y fatigadas, unas manos tan duras que acarician con una suavidad imboreable, un amor inmortal.
En mi pueblo se pasa sin llamar, basta una voz desde el zaguán para su calor te atienda, para que entre la oscuridad de aquel pasillo aparezca secando sus manos en el mandil una dulce estampa que siempre sonríe al bienvenido, un gesto de idílica conformidad, una alegre expresión terriblemente acentuada en la ausencia con la tilde de su dulzura y la verdad hecha sencillez.
Mi pueblo es un íntimo sentir con aroma de niñez, pan, corcho y porrinas, un amor eterno, una pasión instigada como se instigan las pasiones, a fuego lento.

sábado, 18 de marzo de 2017

Paseando por el pueblo.


Cuando paseo por el pueblo la vida me enamora, Siempre suelo ir por el paseo de siempre aunque nunca es el de siempre, la compañía del pasado, la música de los recuerdos y la siempre diferente mirada de la senda hacen del recorrido un canto celestial, un camino teñido de candidez y fantasía , una idílica analgama de historias que componen su sinfonía, un compás de cuentos y vivencias, la historia de las historias que componen a las personas. 
De la mano del pasado, entre recuerdos, piedras, el persistente aroma de la niñez, el tenaz azul del cielo y los gruñidos de los cochinos, acompañado por la cantarina danza de las cigüeñas me sumo en una ensoñación cercana al origen de mi todo.
Me encanta pasear por mi vida, por el camino de siempre que siempre es diferente, que nunca es el de siempre porque nunca es igual como tampoco lo soy yo, y ahí nos encontramos, en nuestras diferencias nos reconocemos, nos volvemos a ver, y allí me enamoro de mi vida, mi pueblo, mi pasado y mi historia.
Cuando paseo por el pueblo la vida me enamora.

lunes, 13 de marzo de 2017

Un sitio en el mundo.


Se quejan los eucaliptos agitados por el viento, como echándole la culpa de su silbido entre la brutalidad del silencio. Estamos bien allí sentados, yo echo de menos el cigarrillo de cuando fumaba, con cada bocanada de pasado inundo de amor mis pulmones, me disperso en la eternidad de los recuerdos y la neurona se adormece en el placer, esa tonta sensación de paz cerebral, esa cosquilla que conscientemente nos fija la vista en la sonrisa del infinito.
Estamos allí, en un lugar sin rutinas, siempre diferente, de sentir inaplazable, de mirada perdida y verdades puras, un lugar que hace fácil que me sienta bien, que me hace saber que tengo un sitio en el mundo, un paraíso para compartir la vida con mi nieta, un lugar en el que a pesar del viento sube su imposible aroma, esa inodora sensación de hogar y pan, un calor de brasero y bollo que sólo yo distingo mientras Lucía, toda emocionada, cuenta cochinos entre los canchos. Estamos cerca del edén.
Hay cigüeñas volando en el trozo de cielo que diviso entre los árboles, nos ponemos en pié, ya es hora de ir a comer y nos vamos. Lucía me coge de la mano, lleva un palo en la otra y habla sin parar, me cuenta cosas que yo no sé, me enseña y distingue lo importante de lo banal, me habla sin parar de sus cosas, de Dora, Botas, Zorro y los Cantacuentos. La veo sin mirar, la escucho sin parar, es una historia fácil, repetida y conocida, una historia que me nubla la vista, un déjà vu, una lucha de lágrimas por su supervivencia contra el disimulo de la hombría. Mi abuela sonríe desde cielo.
La vida es una noria, una sonrisa al pasado, un orgulloso presente, un carrusel. una broma de la historia, una imagen presente, una lágrima furtiva, la vida es... un sitio en el mundo.

jueves, 9 de marzo de 2017

Recuerdo...


Recuerdo las tardes sin horas, las mañanas sin horarios, los días sin calendario y los paseos sin itinenario, recuerdo los pantalones cortos, los boliches  en el Cristo, la peonza del primo Joaquín, las chapas por el suelo de El Litri, los paseos a horcajadas en bici con mi tío Chiripa, las voces de mi abuela para comer, las migas con café de mi padre, las meriendas de pan y cominera.
Recuerdo el ir de casa en casa, la tienda de la tía Cruz, el zaguán de la Isabel, los joriños de la Joaquina, la casa de la prima Antonia, la viña del tío Julio, el rosario de corcho de la tía Serapia, la permanente sonrisa de la tía Mari Juana, la ternura de la tía Agustina, el Land Rover del tío Luis y la contagiosa risa de la Isabel.
Recuerdo las arrugas de la tía Paula, los abrazos de la prima María, el correr delante de la Tini, el botijo siempre colgado del tío Pedro, recuerdo el calor de la vecindad, la generosidad porque si, el afecto natural, el valor de la familia, los asientos en la calle, la charla distendida, el siempre hola de quien viene, el adiós mengano de quien se va...
Recuerdo el olor a pan, el aroma a porrinas, recuerdo a mi gente, el ayer de mi presente, la verdad de mi pasado y el sentir de mi gente, recuerdo el valor de lo que vale, recuerdo mi pueblo.