jueves, 23 de noviembre de 2017

El todo de unos pocos.



Nadie somos historia de nada, sólo formamos parte del todo, del todo de unos pocos que serán la historia de los siguientes. 
Yo me crie con mi familia materna, esa es mi historia presente, mi pasado conocido, la memoria que hago vida para que no morir en el olvido de mis siguientes.
Mi abuela paterna, Rosario Rebollo Bejarano ("Arrecía") murió en el año 60, un cáncer la devoró cuando sólo tenía 48 años de edad, no la conocí. Al poco tiempo, en el 62, escasos meses después de mi nacimiento se fue mi abuelo "Porras", José Jiménez Camisón, también muy joven, demasiado jóvenes los dos.
Ambos forman parte de mi historia, del todo de un pasado desconocido, de un ayer sin recuerdos alimentado por las mil historias en la historia, en los relatos que desde pequeño conformaron mi pasado, una vida imaginaria, un pasado sin memoria.
Cuando estoy en el pueblo busco esa historia, familia, hijos de hijos, parientes y amigos de amigos me cuentan, me nutren de pasado, alimentan el vacío en los recuerdos, riegan con relatos la historia de una nada, del todo de unos pocos.
Sólo formamos parte de un pasado sin recuerdos, del todo de unos pocos, de la historia de los siguientes.


martes, 14 de noviembre de 2017

Huevos tontos.


No me acuerdo como los llamaba ella, sé que por otros lares son conocidos como "huevos tontos" pero no era así como los llamaba mi abuela... El caso es que en casa no sobraba nada por lo que nada se tiraba si era susceptible de poder ser comido. 
Recuerdo que los domingos, con el pan duro de toda la semana mi abuela preparaba tostadas de pan frito para desayunar y de vez en cuando, con las migas hacía unas bolitas bañadas en leche y mezcladas con ajo picado, aceite, yemas y una "mihina" de poleo... entre alguna otra cosa que seguro que se me escapa.
Nada ni nadie podrá hacer jamás nada parecido con tanta sencillez, no habrá jamás nada que me sepa igual que aquellas bolitas cuyo nombre no recuerdo, sólo sé que era un manjar de amor sobre un plato blanco y descascarillado, un sabor guardado en el tacto de sus manos, la memoria del paladar y la luz de su recuerdo.
No me acuerdo como los llamaba ella...