miércoles, 26 de noviembre de 2025

De beso en beso



Los aromas te permiten tocar lo sensorial, encender la luz de lo invisible en la memoria, decorar los recuerdos con una sonrisa en el rostro y sentir de nuevo aquellos besos de metralleta.
 
Son sitios con íntima y permanente fragancia, sones olvidados que reverberan la esencia de una vida pasada, de un presente nostálgico de aquellos felices años donde nadie faltaba.

Huele a churros en la Travesía, a los dulces de Charo, a pan caliente del Horno de Cabeceras, a las tapas de El Litri, a pimientos asados y pollo frito de mi abuela, sólo hay que abrir la ventana del alma, cerrar los ojos y respirar hondo, dejar que los aromas invadan lo más profundo de ti. 

Atraviesa la cortina, entra, cierra los ojos y respira. Sonríe, allí están los tuyos, no falta nadie, mi tía Agustina tras la barra del tomba, Tía Mari Juana sonriéndome, mi tío Luis en su Land Rover, mi tía Cruz sentada en el zagüan de su tienda, entra, pasa y ve de casa en casa, de beso en beso. Allí están todos.

Nada ha cambiado, sólo los personajes, allí sigue mi historia, anclada en el hoy, dentro de mi, un sentimiento al pairo de los aromas que alimentan mi pasado.

Vivir mi pueblo, de casa en casa, de beso en beso.


 

viernes, 17 de octubre de 2025

Mirando al cielo


Acabo de regresar, he estado alli un mes revisando el estado de mis recuerdos, compartiendo memoria con mi familia y amigos hasta ratificar lo que siento y desde siempre pienso...

Las personas somos de donde nacen sus lágrimas de emoción, donde paren sus recuerdos, brotan sus aromas y se siente el calor del amor, nunca de otro lugar. La memoria es su historia, versos sin rima plasmados con tinta indeleble en el alma.

Siempre son los lejanos, aquellos actos, sonidos y alegrías de una infancia sin prisa, los que emanan de los poros cuando el bello está de punta, los que no engañan. Los que embargan la garganta en su narrativa, los que me cuenta mi tío Foro una y otra vez y no me canso de disfrutar.

Los momentos de hoy ya no caben en la edad, están frescos y el tiempo por vivir no da para que el poso del polvo los conserve en la memoria, no pasarán de la reciente. Las estanterías están repletas y no hay tiempo ni sitio para más, están llenas de vida, alegría y ausencias presentes en mi. No da para más.

Cada balda es única, allí está la porrina de la Travesía, la tina en la cabeza de mi abuela, su mandil a cuadros grises, el cepillo amarrado al palo de blanquear, la artesa de corcho para la matanza, la pila de lavar, la brocha de afeitar de mi abuelo, el brasero de picón y el espejo colgado en el patio. No hay sitio para más.

En la del medio, el chorrino de agua frente al tinao que va llenando la tinaja, mi abuela y yo sentados en un cancho mirando a la lejanía, con la marca de su aspereza en mis piernas, emocionado con una espada de madera en la mano que me ha hecho mi tío Chiripa para defenderla de los gruñidos cochineros. Por ella daría mi vida.

En la de ahí arriba están los higos chumbos que me pelaba con un trapo mojado frente a la casa de mi tía Paula, mis primas Tini y María sentadas en la puerta, los caquis, las brevas, los cochinos, la ermita, el transistor blanco Sanyo que trajo mi tío Domingo de su mili en Melilla colgado de una punta en la pared del zaguán, la mesa camilla redonda con tapete de ganchillo blanco y el botijo sudao. Mi abuela tiene que estar en la cocina porque huele a pimientos asados. El gallo está azul así que va a hacer bueno. La puerta de casa siempre abierta por su mediana de arriba, voces que al paso entran,... "buenos días Andrea"!!!, otras que salen "Adiós Toli, que tal tu madre??!!!! y eso era así, todos los días de la eternidad de mis recuerdos. Esta llena la balda.

Por arriba hay más mucho más, desde aquí veo la cuba de goma con restos de masa seca donde posa la herramienta mi abuelo, la higuera del patio, cuatro o cinco gallinas, una escopeta de aire comprimido para matar pajarillos, la red para cazar ranas, un equipaje del Madrid y la bici de mi abuelo. 

Hay más, más arriba hay muchísimos más recuerdos, los recados al Litri para rellenar de vino la botellina forrada con esparto para mi abuelo, esa botella un día contuvo moscatel. Mi familia, ni inacabable familia, todos están allí, hay que mirar al cielo para verlos pero ahí están, en la balda superior de mi memoria.

Mirando al cielo.

Foto: Calle San Ramón 15, la que un día fue la casa de mis abuelos "Porras". 

martes, 2 de septiembre de 2025

Muy simple.



Que no dudo que la pasión por mi tierra y mis orígenes puedan distorsionar mi objetividad, pero no creo, la flor de piel no engaña. Yo procedo de un lugar donde es impensable cruzarte con una persona en una calle desierta y no practicar la antigua y sana costumbre de saludar y dar los buenos días, donde se besa en vez de poner la cara y se pregunta ¿cómo estás? con interés por saber cómo estás.
Un lugar donde las cosas conservan su sabor, se valora lo importante, se piensa en disfrutar y se disfruta sin pensar.
Así de fácil.

domingo, 24 de agosto de 2025

Ganas a la vida.


Pelete, falagao y pitera, arrecío, cachaza y gandalleo, lambucero, pámpana y porrina. Ya me está llegando, me va oliendo a bollos y churros, ya escucho la voz de las paredes, de la cal y las puertas viejas, marrones, mediadas, con gatera y pasador.
Suenan las canicas, los sueños y las risas del jugar, la cadena de la bici, la magia de mi abuela, el querer a morir, el aroma a ojos cerrados, la danza de los recuerdos, el bienestar de estar bien, a gusto con quién eres y de dónde vienes, de un lugar que pone ganas a la vida.

viernes, 31 de marzo de 2023

Mecedora de aromas.

Que dice mi mujer que me estoy haciendo mayor, será eso, el caso es que los aromas de mi pueblo mecen dulcemente entre imágenes deshilachadas que se mezclan sin aparentemente nada que ver. Pan caliente entre las manos frente a casa de mi tía Paula, una tina de barro en la cabeza de mi abuela, una garrafilla que cada día va y viene al Litri y que un lejano día contuvo vino dulceun mechero azul flaminaire que trajo de mi tío Domingo de la mili para mi abuelo. Un sol y sombra, una bolsa de goma con agua caliente, un As Color de mi tío Julio con Di Estéfano en la portada, una pesada bicicleta con huellas de mis rodillas, un balón de reglamento, un equipaje del Madrid, una petaca de cuero tan sobado que parece negra, una brocha de afeitar y el dulce olor a churros en la Travesía.
Un candil de aceite, un transistor Sanyo de color blanco colgado en la pared, un brasero de picón donde revolver, un botijo que suda, una tabla de madera para lavar, un molinillo manual de café, una artesa de corcho suave, como lijado por los años, una palancana blanca descastarillada, un tapete de ganchillo, un orinal bajo la cama, una sartén grande y profunda con el mango muy largo, una romana oxidada, un estropajo de esparto y una pastilla seca de jabón Lagarto sobre la pila.
Mi pueblo es una mecedora donde imágenes y aromas bailan a lo "agarrao" con mi memoria sin más música que la de los recuerdos.
Y nada, que dice mi mujer que me estoy haciendo mayor, pues vale, será eso..



domingo, 19 de marzo de 2023

Una vida sin dinamo.


Aquellas bicicletas pesaban más que un cochino. En casa teníamos una de color indefinido entre óxido, marrón y rojo viejo. La usaba mi abuelo para ir a trabajar, pesaba tanto que cualquiera diría que la había parido la forja de mi tío Esteban.

Yo no llegaba del sillín al recorrido bajo de los pedales lo que me obligaba a meter medio cuerpo bajo la barra del cuadro y recuerdo que le soltaba la dinamo para que corriera más, aún no me explico como no nos partimos la crisma bajando medio torcidos a lo que daba la gravedad por el empedrado de Las Cabeceras al Cristo, nada nos pasó nunca, algún que otro porrazo de vez en cuando y a bajar otra vez. Lo de subir era ya otra historia, la perspectiva era diferente y la pendiente mucho mayor.

La vida era entrañable, la señora Ana nos nacía el avituallamiento, su puerta siempre estaba abierta, allí entrábamos y salíamos como si fuera nuestra casa, de hecho, en su poyo de los asaos, entre sudores y carreras saciábamos la sed y la buena mujer a sabiendas de ello, nos dejaba sobre la corcha el cazo dispuesto, uno para todos y todos a beber de uno, nada pasó nunca, nada nos pasaba más allá que alguna que otra cagalera.

Cuando no nos jugábamos el pellejo nos apostábamos un chicle a ver quién escupía más lejos, jugando a los boliches o haciendo mandaos a dos pesetas buscando poleo o pillando higos. Creo que a la vida le gustábamos, de hecho, jugaba alegre con nosotros a vivir.

Peletes en la pila nos frotaban las rodillas con estropajo de esparto, o quedabas limpito o mudabas la piel y nada nos pasaba. Hacíamos guerras con tirachinas y nada nos pasaba, alguna que otra pitera y poco más.

Creo que vivíamos otra vida, aquella vida era diferente y nunca pasó nada, nada nos pasaba y eso que vivíamos sin dinamo.

jueves, 9 de marzo de 2023

Cosas Chulas.


Recuerdo que en casa de mi abuela había muchas cosas chulas, era un auténtico castillo. Recuerdo un botijo de barro sobre un platillo de esos en los que ponía "Recuerdo de no sé dónde", una mesa camilla con tapa de ganchillo y por abajo un brasero de picón con dos asas y una paleta de hierro para "revolver".

Había un calienta-camas de goma de color azul, una virgen dentro de una bola de cristal que si le dabas la vuelta veías nevar, una radio con botones y una rueda a cada lado, una plancha de hierro, un candil de aceite con mecha de "palomilla" y un cajón con velas usadas.

En un trastero del patio al que se accedía por unas estrechas escaleras había un baúl de madera que nunca abrí, muchas revistas viejas, una romana de cadena, una cesta de goma de mi abuelo con un martillo sin palo, un hacha oxidada, una paleta, varias cajas con clavos y un par de llanas viejas. En lo alto de un armario recuerdo mucha herramienta que no sé para qué valdría y un viejo balón de reglamento desinflado.

En el patio, sobre una balda a la altura de la pila de piedra había una palancana blanca descascarillada con una pastilla de jabón "Lagarto" en su interior, una cuchilla de afeitar de color bronce que se abría y cerraba con un mango a rosca y una brocha de pelo con mango de nácar blanco. Muy chula. Había también una muy usada tabla de madera para lavar y un cepillo para blanquear atado a un palo con restos de cal blanca que a mí me parecía muy largo.

Había muchas cosas chulas en casa de mi abuela.