viernes, 31 de marzo de 2023

Mecedora de aromas.

Que dice mi mujer que me estoy haciendo mayor, será eso, el caso es que los aromas de mi pueblo mecen dulcemente entre imágenes deshilachadas que se mezclan sin aparentemente nada que ver. Pan caliente entre las manos frente a casa de mi tía Paula, una tina de barro en la cabeza de mi abuela, una garrafilla que cada día va y viene al Litri y que un lejano día contuvo vino dulceun mechero azul flaminaire que trajo de mi tío Domingo de la mili para mi abuelo. Un sol y sombra, una bolsa de goma con agua caliente, un As Color de mi tío Julio con Di Estéfano en la portada, una pesada bicicleta con huellas de mis rodillas, un balón de reglamento, un equipaje del Madrid, una petaca de cuero tan sobado que parece negra, una brocha de afeitar y el dulce olor a churros en la Travesía.
Un candil de aceite, un transistor Sanyo de color blanco colgado en la pared, un brasero de picón donde revolver, un botijo que suda, una tabla de madera para lavar, un molinillo manual de café, una artesa de corcho suave, como lijado por los años, una palancana blanca descastarillada, un tapete de ganchillo, un orinal bajo la cama, una sartén grande y profunda con el mango muy largo, una romana oxidada, un estropajo de esparto y una pastilla seca de jabón Lagarto sobre la pila.
Mi pueblo es una mecedora donde imágenes y aromas bailan a lo "agarrao" con mi memoria sin más música que la de los recuerdos.
Y nada, que dice mi mujer que me estoy haciendo mayor, pues vale, será eso..



domingo, 19 de marzo de 2023

Una vida sin dinamo.


Aquellas bicicletas pesaban más que un cochino. En casa teníamos una de color indefinido entre óxido, marrón y rojo viejo. La usaba mi abuelo para ir a trabajar, pesaba tanto que cualquiera diría que la había parido la forja de mi tío Esteban.

Yo no llegaba del sillín al recorrido bajo de los pedales lo que me obligaba a meter medio cuerpo bajo la barra del cuadro y recuerdo que le soltaba la dinamo para que corriera más, aún no me explico como no nos partimos la crisma bajando medio torcidos a lo que daba la gravedad por el empedrado de Las Cabeceras al Cristo, nada nos pasó nunca, algún que otro porrazo de vez en cuando y a bajar otra vez. Lo de subir era ya otra historia, la perspectiva era diferente y la pendiente mucho mayor.

La vida era entrañable, la señora Ana nos nacía el avituallamiento, su puerta siempre estaba abierta, allí entrábamos y salíamos como si fuera nuestra casa, de hecho, en su poyo de los asaos, entre sudores y carreras saciábamos la sed y la buena mujer a sabiendas de ello, nos dejaba sobre la corcha el cazo dispuesto, uno para todos y todos a beber de uno, nada pasó nunca, nada nos pasaba más allá que alguna que otra cagalera.

Cuando no nos jugábamos el pellejo nos apostábamos un chicle a ver quién escupía más lejos, jugando a los boliches o haciendo mandaos a dos pesetas buscando poleo o pillando higos. Creo que a la vida le gustábamos, de hecho, jugaba alegre con nosotros a vivir.

Peletes en la pila nos frotaban las rodillas con estropajo de esparto, o quedabas limpito o mudabas la piel y nada nos pasaba. Hacíamos guerras con tirachinas y nada nos pasaba, alguna que otra pitera y poco más.

Creo que vivíamos otra vida, aquella vida era diferente y nunca pasó nada, nada nos pasaba y eso que vivíamos sin dinamo.

jueves, 9 de marzo de 2023

Cosas Chulas.


Recuerdo que en casa de mi abuela había muchas cosas chulas, era un auténtico castillo. Recuerdo un botijo de barro sobre un platillo de esos en los que ponía "Recuerdo de no sé dónde", una mesa camilla con tapa de ganchillo y por abajo un brasero de picón con dos asas y una paleta de hierro para "revolver".

Había un calienta-camas de goma de color azul, una virgen dentro de una bola de cristal que si le dabas la vuelta veías nevar, una radio con botones y una rueda a cada lado, una plancha de hierro, un candil de aceite con mecha de "palomilla" y un cajón con velas usadas.

En un trastero del patio al que se accedía por unas estrechas escaleras había un baúl de madera que nunca abrí, muchas revistas viejas, una romana de cadena, una cesta de goma de mi abuelo con un martillo sin palo, un hacha oxidada, una paleta, varias cajas con clavos y un par de llanas viejas. En lo alto de un armario recuerdo mucha herramienta que no sé para qué valdría y un viejo balón de reglamento desinflado.

En el patio, sobre una balda a la altura de la pila de piedra había una palancana blanca descascarillada con una pastilla de jabón "Lagarto" en su interior, una cuchilla de afeitar de color bronce que se abría y cerraba con un mango a rosca y una brocha de pelo con mango de nácar blanco. Muy chula. Había también una muy usada tabla de madera para lavar y un cepillo para blanquear atado a un palo con restos de cal blanca que a mí me parecía muy largo.

Había muchas cosas chulas en casa de mi abuela.


jueves, 2 de marzo de 2023

Entre el grifo y la tinaja.


La luz de mi infancia es mi abuela, mi cielo azul. Sentados en el cancho, entre el grifo, la tinaja y el tinao. Ella se suena la nariz, se guarda el pañuelo bajo la manga y me sonríe en silencio. Yo la escucho atentamente.

Es un lugar lejano que está aquí al lado, un sitio donde mirar las sombras de cielos pasados, otros cielos, donde observar el vuelo del milano haciendo coro al viento entre las ramas de los eucaliptos y el canto de la cutubía.

El tiempo, por mucho que sople no borra los aromas. Aquel cancho huele a restos de sandía y peladuras de melón, a higos chumbos y sobras para los cochinos, a viejas paredes que desprenden polvo de yeso, a corcho y a pan del horno de las Cabeceras. Son olores en la memoria que cubren mis alvéolos cerebrales, recuerdos que me ciegan la salida.

Hoy, caminando entre letras rodeo el mundo y me doy contra mi espalda que sigue allí, en aquel cancho, ignorando el vértigo del tiempo pasado. Y vuelvo a allí, y siempre me mece, y puedo sentarme en él y escuchar la única verdad, la grande, la que busco, la necesaria para vivir y que no es otra que sentir su regazo para posar mi cabeza y que me rasque. No necesito entender las cosas, solo sé que quiero recordar entre el terror al olvido para intentar seguir siendo yo, para seguir escuchando con atención por siempre su silenciosa sonrisa.

domingo, 19 de febrero de 2023

Condiós!


Durmiendo lo recordé esta noche... Condiós Pinea!!, al pasar por La Pared Nueva, frente a la cancilla del tinao que fue de mi abuelo Porras me tropecé con Don Antonio, un hombre ya muy mayor, pequeñito, enjuto y entrañable que me conoce desde niño y hemos estado hablando de todo y de nada, enreando entre el pasado, la familia y demás.
Me senté a su lado y aunque en principio solo traté de ser amable, al verme envuelto en ese lenguaje que hace muchos años se perdió en mi,  al escuchar de nuevo "mangajón", "mostrenco" "pejiguera", "bindonga", esas expresiones tan de los míos y su manera de usarlas, me han arropado, me he sentido en un lugar calentito, cómodo. He vuelto durante un ratino a la luz de mi infancia, al olor de la colonia de tío Domingo y el pollo frito de mi abuela Andrea, a la cocina de picón, al guá en las Cabeceras y las golosinas en el Cristo, en esos lugares donde fui feliz de la manera natural y despreocupada que lo somos de niños.
Son conversaciones a gusto y gustosas, de las que te adormecen el cerebro a base de calma en la palabra y paz en la intención. 
Y eso, que está bien recordar en sueños y sentirse en casa de vez en cuando. Aunque estemos lejos.

domingo, 18 de septiembre de 2022

Viendo pasar el tiempo.



Aquí empezó todo. La historia de mi familia hasta más allá de los ocho apellidos... Sus calles, aromas y lugares que me emborrachan de vivencias nunca olvidadas. 
Sonidos, juegos, sabores y colores, secretos de infancia marcados en la memoria con brasas de una ley no escrita, la de la atracción natural. Es el presente de mis recuerdos, son manos húmedas y arrugadas, besos de metralleta, lágrimas secas en un mandil a cuadros, son huellas de mis muertos, caricias al tacto del amor más puro, el que duerme en las entrañas del alma. El que morirá conmigo.
Aquí está viendo pasar el tiempo…

miércoles, 15 de junio de 2022

Gimnasia de los recuerdos.

Es una mezcla divisible y sin dudas distinguible, es aroma de picón, camilla y brasero, de corcho, canchos y cochinos. De porrinas y cominera, café megro, mondonga y buche, de sonrisas, besos francos, besos y abrazos sinceros.

Son aromas que se alojan en las entrañas del alma, indelebles al tiempo. Es el olor de un mandil mojado, de pan en rojo teñido, patatera y queso, de arrugas en las manos y besos de metralleta, es un amor inhalado en vena y exhalado en vida, olores que ventilan mi alma.

Aromas regresados, olores pegados a la vida, indemnes al paso del tiempo y la memoria, que arrancan la mirada de mi padre.

Gimnasia de los recuerdos.