sábado, 23 de febrero de 2019

Amor a borbotones.


A pesar de los años, de haber mudado todas las tallas habidas y creo que por haber, aún hoy, cuando ya empiezo a cansarme subiendo escaleras, sigo soñando.
Los sueños son momentos en blanco vestidos con mandil a cuadros negros, tiempo flotante con forma de la paz, ratitos en defensa propia conscientes del onírico por puntual disfrute de unas manos marcadas con miles de arrugas, de sabrosas caricias y sensaciones de las que brotan aromas inolvidables, olores a recuerdos que se reparten por las calles del pueblo como generosa cortesía de mi pasado.
Sigo soñando con una desdentada sonrisa sentada en la puerta de casa, una mujer de alegría permanente que despide amor a borbotones, una sonrisa siempre hacendosa a la que aún hoy echo de menos sin bruma ni distorsiones, con la nitidez de un amor total y transparente.
A pesar de los años sigo soñando sin incidencias y en mis mejores sueños sueño que me despierta, y que lo hace con uno de aquellos interminables besos de metralleta, besos de un amor incontenible, total y a borbotones.
Ese sería mi sueño.

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