domingo, 22 de noviembre de 2020

Pan de vida.

Hoy hemos hablado de ello. Es automedicación emotiva, un fármaco inhalado a través de la piel. Algunas cosas han cambiado, no lo vamos a negar, han cambiado. Ya no pisamos el empedrado, las casitas de los Valles ahora no son tan altas, las puertas ya no son medianas de gruesa madera marrón y clavos con gran cabeza. Ya no están las abuelas sentadas en la calle, pero por lo demás, todo sigue igual.

Sigue oliendo a pan, a ese aroma siempre presente entre el "jurmiento" del ayer, olores de mi vida, de brasero y pan frito, porrinas y pollo escaldado recién desplumao, matanza en el corral y gazpacho de poleo, bacalao con pimiento colorao, corcho gastado y cochino en el tinao.

Es sentirlos, notar la presencia, son tímidas sonrisas entre historias tristes, evocar a los muertos al son de relatos vivos, narraciones calcadas en el tiempo como muestra de la verdad, del olor a pan de vida, a recuerdos de amor. 

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