miércoles, 19 de junio de 2019

Equipaje de vida.


Embelesado te miro, disfruto y pienso, te hablo bajo para no despertarme, rebozado en la ternura de mi somnolencia, con cándidos sonidos de imágenes auténticas, de ratos juntos donde cabe la infancia de un hombre para relajo de su madurez.
Y así, me llevas a su puerta, donde sentada ríe descompuesta y feliz en la llegada, donde llora con disimulo en la partida, la veo empapando mi cabeza con un peine que a cada poco baña en una desconchada palangana blanca, ahora, tranquila y posada, con las manos sobre su abdomen y los dedos cruzados, despide generosa una inmensa sonrisa de paz y bondad, y no me la muestras como quiero verla, es como era, son imágenes sin deformación sentimental posible, son estampas frescas en el tiempo, son sonrisas de amor empapadas con un peine.
No hay nada que no sea, son cosas que al oído me cuenta la vida arrancando el profundo sentir de un argumento en el alma tatuado, son viajes en el tiempo de miradas desde el zaguán, de jugar a la pelota en la flama del empedrado imposible, con pantalones cortos, rodillas negras y zapatillas rotas.
Es el escaparate de un feliz pasado, de un presente que desdobla imágenes apelotonadas en el rincón del olvido, en el equipaje de mi vida. 
Embelesado te miro.

Foto cedida por Esteban Corchado Roncedo.

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