jueves, 2 de marzo de 2023

Entre el grifo y la tinaja.


La luz de mi infancia es mi abuela, mi cielo azul. Sentados en el cancho, entre el grifo, la tinaja y el tinao. Ella se suena la nariz, se guarda el pañuelo bajo la manga y me sonríe en silencio. Yo la escucho atentamente.

Es un lugar lejano que está aquí al lado, un sitio donde mirar las sombras de cielos pasados, otros cielos, donde observar el vuelo del milano haciendo coro al viento entre las ramas de los eucaliptos y el canto de la cutubía.

El tiempo, por mucho que sople no borra los aromas. Aquel cancho huele a restos de sandía y peladuras de melón, a higos chumbos y sobras para los cochinos, a viejas paredes que desprenden polvo de yeso, a corcho y a pan del horno de las Cabeceras. Son olores en la memoria que cubren mis alvéolos cerebrales, recuerdos que me ciegan la salida.

Hoy, caminando entre letras rodeo el mundo y me doy contra mi espalda que sigue allí, en aquel cancho, ignorando el vértigo del tiempo pasado. Y vuelvo a allí, y siempre me mece, y puedo sentarme en él y escuchar la única verdad, la grande, la que busco, la necesaria para vivir y que no es otra que sentir su regazo para posar mi cabeza y que me rasque. No necesito entender las cosas, solo sé que quiero recordar entre el terror al olvido para intentar seguir siendo yo, para seguir escuchando con atención por siempre su silenciosa sonrisa.

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