Un
lugar donde volver, donde callar los silencios, hablar para dentro,
amar para fuera, donde abonar la sonrisa pendiente, detener las
agujas del pasado, parar los recuerdos del futuro, el tiempo sin
tiempo y la calma con prisa, una cuenta atrás en la emoción.
Una
droga para el alma, para despertar la memoria de la piel, recordar
los aromas del paladar, revivir sensaciones del pasado, para tocar el
hoy sintiendo el ayer, para ver sin mirar, para liberar el
sentimiento.
Un
lugar donde respirar sin aliento, de cuentos en blanco y negro, de
contar cochinos, de jugar a vivir, de soñar despierto, de contar
ositos, soplar las nubes y escalar al cielo.
Un lugar de mucho, una
felicidad con poco, un no pensar en nada, un creer en todo, un abrazo
porque si, un beso de metralleta, un quizás sin cuando, sin porqué
de los porqués, sin más ni menos, sin cómo ni dónde, un amor
abierto, una sonrisa callada, una mirada entrañable, un roce en
caricia, una mirada a escondidas, sin pro ni contra, sin hacia ni
hasta, un lugar en el alma, una mente en blanco, un rincón en el
corazón, una lágrima de amor.
San
Vicente, un lugar donde volver.
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