Son recuerdos parecidos. Me enseñaron a presignarme al cruzar la puerta por primera vez, antes, ya había pasado por la pila y el "lagarto". Al fondo del corral las gallinas, donde el gallo aquel sin saber por qué no me podía ni ver, y lo curioso, es que cuando nos lo jincábamos el que le sustituía heredaba la manía y tampoco me dejaba asomarme por sus dominios.
En la pila siempre había una pastilla jabón, un cubo metálico y una tina de barro con su boca tapada por una lámina de corcho y sobre esa, un tapón desconchado.
De la pared colgaban amarradas con un viejo cordel una llana de madera, la plomada y un nivel, todas ellas pulidas por años de trabajo y sudor. El corral olía a cochino y corcho, leña y tabaco, pana y cuero.
Caminatas matutinas al tinao, "guá" en polvo del Cristo, siesta obligada, deberes en la camilla del zaguán y la abuela haciendo ganchillo con la señora Francis desde un viejo y enorme aparato de radio.
Recuerdos parecidos.
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