miércoles, 29 de junio de 2016

Las pequeñas cosas.

San Vicente no es un pueblo, San Vicente es un sentimiento, es una alacena de recuerdos, el rincón de las pequeñas cosas, esas cosas que nunca son tan pequeñas, esas cosas tan infinitamente indefinibles como la eternidad de los instantes o el abrazo de una abuela, como la medida de la insensatez o la profundidad del olvido, como las ráfagas de luz que reniegan de la cordura, las pegas a la realidad, las interminables vueltas en la noria de la memoria, la medida del amor o la idílica posesión de un sueño.
San Vicente te guarda y custodia esas pequeñas cosas no tan pequeñas, cosas como el tamaño del cielo donde buscar ositos, la tensión y nervios al levantar la piedra donde se esconde el cocodrilo azul, la grandeza y pulcritud de los secretos infantiles, la impotencia para transmitir las sensaciones, la transparencia de una lágrima, la pureza de un beso, la sencillez de la naturalidad y la castidad de un abrazo, cosas como la emoción de revivir tu pasado y el volumen de la ilimitada extensión el alma.
San Vicente te conserva esas pequeñas cosas, pequeñas cosas con la envergadura de lo invisible, cosas que son perlas de la vida, como los aromas que sólo tú hueles, los sabores y memoria del paladar, el escalofrío del vello a flor de piel, la presencia de la soledad, la compañía de los ausentes, el tacto de lo intangible, las palabras del silencio, los colores del blanco y negro, el misterio de lo inconfesable, el sentir de los besos que besan y las manos que acarician, pequeñas cosas, cosas como la grandiosidad de lo diminuto, las miradas que ven o la sonrisa que habla, la palabra de cariño o la razón del corazón, las voces que sólo tú oyes, lo íntimo de lo sensorial, la sensatez de lo locura, la realidad de lo increíble, el sexto sentido y la ilimitada dimensión del orgullo por tu tierra y los tuyos.
Las pequeñas cosas son verdad sobre verdad, son esas pequeñas cosas que nunca son tan pequeñas..

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