lunes, 11 de diciembre de 2017

Poemas mudos.

La memoria es el oxígeno del viejo, una mascarilla de vida, es la tinta invisible de la historia, la de los poemas mudos que visten de recuerdos, la emoción y temblor de las palabras, la que azota al olvido en defensa propia, la que huele a corcho y bollo, ríe a gritos y se aguanta las ganas de besar.
La memoria es luz sin farola, sombra que juega con la ventaja de las cartas marcadas por el tiempo, ases de la suerte para una partida sin fin, sin vencedores ni vencidos, sin más razón que el destino y la vida.
La memoria tiene aromas únicos, donde el pan no sólo huele a pan, huele a manos y besos, a azúcar y anochecer en el Cristo, a paseo hasta la ermita, ranas en la charca, chuches compartidas, piel caliente y pelo limpio, sonrisas frescas, patatera, cominera y migas en la era.
La memoria es libertad y nostalgia, son manos arrugadas, mirada perdida y sonrisa dispersa, es un requiem de alegría, una peineta a la muerte, es la chispa de vida que solapa ausencias, es ruido de hojalata y escopeta de madera, son voces en la puerta, botijo en la camilla, cortina de colores, tiempo y poesía. La memoria es la palabra de los poemas mudos.



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