martes, 5 de diciembre de 2017

Un trapo blanco.


Seguro que lo recordáis. Era un trapo para todo del tamaño de servilleta y media, un trapo blanco que pasaba su existencia en el hombro posado, que lo mismo secaba manos que borraba de tu cara el aceitoso rastro de la porrina, que mojado pelaba higos chumbos y seco lamía el sudor trabajado.
Era un trapo áspero que suavemente entre mimos te limpiaba la sangre de la rodilla,  un trapo para ahuyentar moscas, un trapo que sobre sus piernas extendido recogía las migas de picar pan y en su cabeza retorcido amortiguaba el equilibrado peso de la tinaja, un trapo entre sus manos mil veces al día estrujado y mil veces al sol colgado acartonado, un trapo de amor sudado.
Era un trapo del tamaño de servilleta y media, un trapo blanco.

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