miércoles, 27 de diciembre de 2017

Unos hombros sin hombreras.


   Mi pueblo es la puerta de un tinao, táctil belleza del tiempo, como la nobleza de unos hombros sin hombreras, la pureza de una conciencia sin cargo, de unos sueños despiertos en pasajes dormidos. Mi pueblo es limpio como un cielo estrellado, como la mirada de un niño, leal como una manga sin as, una vida sin trampas, natural como una cara sin maquillaje, una piel gastada, un lema de vida, un gesto de honor.
   Mi pueblo es real como la vida, como el ayer del mañana, mi pueblo es de verdad, es una historia sin cirugía, sin corte ni recorte, sin más verdad que la realidad, sin estética que maquillar ni nada que disimular, mi pueblo es el sentir del orgullo, un trance de pasión, la droga sana, la luz de la memoria, de los ojos cerrados, mi pueblo es un abrazo al vacío, a mil escenas repetidas, a una infancia eterna, a las caricias en conserva,  mi pueblo son cantos sin sirena, ruidos conocidos, silencio de recuerdos, paseo entre las nubes, entre lágrimas de amor y sonrisas de ternura. 
   Mi pueblo es la nobleza de unos hombros sin hombreras, de la puerta de un tinao, del poder de su gente, el tesoro de San Vicente.

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