Día
26 de encierro. Está empezando a llover. Ahora que la vida parece
que está parada y apagada, nos fijamos más en todo lo que está
pasando, pues bien, ahora mismo está empezando a llover pero sólo
podemos disfrutarlo por la ventana.
No
llueve igual en todos los sitios pero en todos gusta recibir el agua
en el rostro, es algo que además he enseñado a disfrutar a mis
nietas, a salir cuando llueve, y bajo la coraza de un impermeable
pararnos, levantar la cabeza y sentir el agua en el rostro, disfrutar
de ese instante de quietud y silencio casi absoluto roto sólo por el
movimiento de las ramas al volver a su lugar.
No
nos importa que nos tomen por locos, nuestro mundo alrededor se queda
en suspenso, luego miraremos al cielo y veremos las nubes relajarse,
liberarse como quien deja de sostener una pesada carga.
Ya
nos vamos, nos espera una bronca en casa, lo sabemos pero da igual
porque eso es disfrutar de las pequeñas grandes cosas, y lo haremos
a nuestra bola pisando, o no, o si, los baldosines de la acera, (este
si, este no) según sean premio, o falta, o casa, o peligro (no tocar
la raya, no salir del bordillo) a grandes zancadas, acortando los
pasos o dando saltos de mayor o menor cuantía, según sea menester y
vivir de tal manera que cuando venga la parca a buscarme con el dalle
al hombro, pueda mirarle a la cara, hacerle una peineta y decirle...
ahora me quitas lo bailao!!!
No hay comentarios:
Publicar un comentario