domingo, 15 de agosto de 2021

pueblo

Era una hormigonera amarilla de juguete, de chapa fina, de las usadas en albañilería. Jugaba con ella en la puerta de casa. Entraba y salía al corral para coger tierra y agua en un cazo robado a la tinaja, tenía que rejuntar el empedrado. Mi abuela se sentaba a escasos metros, donde me sonreía mientras cosía, igual por aquello me gusta tanto la gente que cose. Es un ejercicio de paciencia y una aproximación a la exactitud, pura matemática hilada.

Me gusta el ritmo de la aguja, la dedicación, la lenta transformación de las telas hasta adquirir voluntades de creación. Mi abuela zurcía, unía, remataba y creaba. El arte de la costura son milagros, milagros mundanos de punto de cruz, milagros de manos arrugadas que hilvanan mi luz. 

Era una hormigonera de juguete, de chapa fina.



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