domingo, 15 de agosto de 2021

La lluvia que allí llueve.

Ya llueve menos, llueve como siempre llovía, de esa manera que añoran los que emigran, o los que vienen a conocer esta tierra y acaban amando nuestra lluvia. Una lluvia que cae a plomo, sin medida, recelo ni ruido, arrastrando miedos y penas.
Salgo a dar un paseo a la charca, miro al cielo, busco un claro que no encuentro. Tampoco es importante. El camino está anegado en muchos puntos, piso sin cuidado el barro, siguiendo el rastro de la seda sembrada por los recuerdos, huellas sensoriales de nuestra historia. No me importa trazar el camino que guíe a otros. 
De vuelta, entro a visitar el sostén de  mi existencia, un pasado arropado por capítulos de amor infinito y recuerdos vivos y sin reverso. Sin pensar, ni tan siquiera lo justo. No es momento de pensar. El lugar acumula memoria, allí duerme la pulpa de nuestra existencia.
No hay nadie, me bajo un minuto la mascarilla, respirarles es una muestra de respeto. No pasa el tiempo por allí, no hay piedras cubiertas de hiedra, sólo estamos todos. 
Vuelvo la cara al cielo, al negro lechoso, a la bruma baja, a la lluvia que allí llueve, la que moja la íntima parte de mi universo.
Seguimos adelante, ya llueve menos, como siempre llovía.


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