domingo, 15 de agosto de 2021

Sacar los pies del tiesto.


Todos los días voy a casa, allí nos reunimos alrededor de la hoguera sagrada, intento mantener encendida la llama de su memoria, apartando nubes y borrones echamos tizón a la brasa de los recuerdos, sólo los bonitos, los entrañables en su memoria. Hay que mantenerla encendida, no nos quedan muchas cerillas.

Lo intentamos a diario, le hablo para que me cuente, inútilmente intento sacar los pies del tiesto de su realidad, luchar contra la extrema vulnerabilidad de su memoria. 

Hablamos de sus padres, de sus tíos y primos, de trabajo al sol y besanas por sembrar, de camisa blanca, café negro, ganado y siegas, familia y chozos, de lo que le gusta hablar, de Cobacha, Mayorga o Valdespinar. 

Hablamos para regar su memoria, para que relea las viejas páginas de su vida, páginas acartonadas por la edad y con letra cada día más borrosa, todos los días, y mañana más, y pasado aunque la realidad no nos deje sacar los pies del tiesto, aunque se imponga la a veces durísima verdad.

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