domingo, 15 de agosto de 2021

Todo huele.


Todo huele, todo. Todo tiene su aroma particular, todo huele a algo no sólo el aceite y los pimientos asados, también los canchos, la madera vieja, el botijo fresco, la chapa de la cocina o la lluvia de distintas nubes,
La sal huele a sal y el azúcar a chuches al anochecer en el Cristo en verano, las porrinas al paseo de la mano con mi abuela por el valle segundo, el pan duro a mi padre picando migas y el empedrado de las Cabeceras a flama, piel caliente, pantalón corto y mi tía Paula sentada a la puerta de casa..

Y hay días que huelen a bollo de Pascua, a chaqueta de pana y tabaco de liar y otros que lo hacen a brote fresco de sonrisas, sobras con agua para los cochinos o pilas de corcho asfixiadas por el alambre.
Todo huele y la tristeza también, huele a ausencia temprana, a heces de gallinas, sudor seco dolorido, migas de pan en panera de hojalata y a pelo mal teñido en casa.
Pero todo huele. Todo.

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