sábado, 16 de abril de 2016

La grandeza de lo natural.


Hace unos días, mientras fundía el tiempo esperando en un centro comercial, por lambucero pero sin querer, me encontré en medio de una feria gastronómica, algo así como "El espacio del Gourmet", muy curioso por cierto. Allí había de todo pero todo de marca, mini-melones marceros de diseño de Villaconejos, sandías rojas invernadas para paté de Bruñó, "jigos" redondos exclusivos al aroma de Almorahín, chorizo de jabalí mordido por un fínfano de Nosédonde y te lo vendían todo como delicatessen, es más, algunos productos con exclusividad en su distribución por el Corte Inglés. Que bonito...
Aquello parecía una feria de esas de arte contemporáneo, un sitio donde la gente se para a mirar, sacar fotos y meditar sobre la simbología de un vaso con agua expuesto sobre una peana de madera, vamos, algo así como una especie de "Arco" gastronómico donde te daban a probar o mejor dicho catar un poco de todo.
Allí la gente ponía cara de entender muchísimo de "restauración" y gastronomía, miraban al techo mientras saboreaban y tomaban notas después en una carpeta como para verter allí la conclusión del paladar y puntuar los sabores o qué sé yo, digo... no sé, porque otra cosa...
Yo, por más que lo intenté no salía de mi asombro, vamos a ver..., que después de probar lo que probé, digo yo que mejores y más dulces melones y sandías comían los cochinos de mi abuela y no me doy importancia alguna, pero en fin... será mi ignorancia o que de repente me he vuelto cuerdo de atar.
Me dieron a probar una micra de queso ecológico italiano curado de nombre muy largo y raro que me sonó como de oveja sorda de segundo parto por cesárea, eso si, a más a un ojo el kilo, otro de cabra diabéticorubia afgana a medio riñón los cien gramos y del precio del gramo de aquel insípido e incoloro jamón aceitunado de cerdo grecoturco cojo de la paleta izquierda ya ni hablamos, que cosas oye... y nosotros toda la vida comiendo la chacina de la Chenti, de la tía Pinea o el queso sudao de Carbajo como el que que abre una lata de atún... si es que estamos "falagaítos".
Estos casos y cosas me hacen pensar, primero, que hay mucha tontería y mucho gastrolisto haciendo el primo por el mundo y segundo, que si uno de esos inocentes que pagan lo que pagan por esas tristes y sosas mini-croquetas de jamón tamaño lenteja famélica como la que allí yo probé... se metiera en la boca una criadilla, un trozo de mondonga en tomatá, una prueba o ajilimojili del pueblo..., se muere, fijo que casca el huevo o cuando menos lo tenemos que ingresar por urgencias en Badajoz, bueno claro, no, pensándolo bien, no, que nuestras cosas no son de marca ni las venden en el Corte Inglés....
Igual es que yo,  como Sanvicentómano confeso y declarado que soy veo las cosas de forma anormalmente lógica, pero el caso es que tras lo que he vivido en el espacio ese del gourmet, me he dado cuenta que hay tontería para regar y sembrar de berza el desierto del Gobi y que nosotros, sin darnos importancia de la cualidad y calidad de lo nuestro, nos jincamos la patatera como se ha hecho toda la vida, sobre pan y con navaja, mientras que igual, esos pobres "mangajones" lo harían en cata con gárgaras y enjuague previo del paladar en agua neutra, mineral y baja en sodio, cuchillo de plata con filo adiamantado,  cerámica de Porcelanosa, ojos cerrados y mirando al techo.
Dios me libre de hacer nada ni a nadie de menos pero... es lo que tiene la modernísima de la muerte "restauración" contemporánea,  si, muy chuli, muy guay, pero jamás podrá con la exclusiva calidad y grandeza de la naturalidad.
"Abuela, yo pan con patatera, chorizo papapá."

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