Recientemente me han llegado a decir y de hecho, hasta llegué a pensar en ello, eso si, no más de cincos segundos, que quizás, el desmesurado amor por algo pudiera desvirtuarlo, deformar los hechos, la memoria, perder la justa proporción de las cosas e incluso idealizar involuntariamente los recuerdos. No lo sé, quizás, pudiera ser pero... me da igual, no es mi caso, yo sé lo que vivo y siento porque es verdad y además, es mío.
Cuando voy a mi pueblo arrastro y cuando digo arrastro no es que juegue al tute ni coja por los pelos y despelleje contra el suelo estaca en el hombro a nadie, no, es que conmigo llevo a mi mujer, dos hijas, yerno y nieta.
Les encanta mi pueblo y les encanta que les cuente el cuento inacabado, son relatos sin fin, sin solución de continuidad en tema, argumento y sentimiento, están conmigo, con mi pasado y mi historia, me oyen y escuchan, les encanta oírme contar mil y una veces las cosas que a mi me contaron, lo que pude yo vivir, el paseíto diario y mañanero con mi abuela desde casa hasta la churrería para buscar la porrita que me iba comiendo mientras después, cogidos de la mano subíamos hasta los Canchos Blancos, lo que allí hacíamos mientras el tiempo se detenía llenando de agua la tinaja frente al tinao, tinaja de barro que por cierto cargaba sobre su cabeza.
Lo viven conmigo y sé que saben lo qué y cómo lo cuento, es un sentimiento único, privativo que sólo yo siento como lo siento, la descripción de su imagen, lo indescriptible de su risa, su sonrisa, sus gestos, su moñito, el arrugado y áspero pero tierno tacto de sus manos, la dulzura de sus besos de metralleta, les describo mil y una veces la sonrisa de su mirada, las cosas que me contaba, su alegría vital y el inconmensurable amor con el que regaba y modelaba mi personalidad.
Le hablo con devoción de mi tierra, de mi pueblo, de mi familia, sobre todo de mi abuela, les cuento un pasado que no es cuento, que es la verdad, no es nada inventado, desvirtuado, desproporcionado y mucho menos idealizado, es un relato sin fin, un cuento que acabará cuando terminen mis días, como mis recuerdos, la pasión por mi tierra y el infinito amor por mi abuela.
Esa es la realidad, la marca de mi historia, el tatuaje de la verdad.Le hablo con devoción de mi tierra, de mi pueblo, de mi familia, sobre todo de mi abuela, les cuento un pasado que no es cuento, que es la verdad, no es nada inventado, desvirtuado, desproporcionado y mucho menos idealizado, es un relato sin fin, un cuento que acabará cuando terminen mis días, como mis recuerdos, la pasión por mi tierra y el infinito amor por mi abuela.
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