martes, 19 de abril de 2016

Colorín colorado.





Erase una vez un lugar donde los silencios hablan, donde el tiempo tiene otra dimensión, donde los aromas tienen rostro y los colores tacto, erase una vez un lugar tan sensorial que las palabras adoptan una desnudez casi pornográfica.
Erase un lugar de Corpus colorido y cielo colorado, un lugar de cuento para contar recuerdos, donde las casas con los años cambian de tamaño y las calles encogen con la edad, un lugar con sitios sitiados por la emoción, parajes rodeados de memoria y caminos surcados a ras de piel.
Erase una vez un lugar con rincones indefinibles, parajes únicos e irrepetibles, imborrables en el recuerdo, seductores y poseídos por un amor desmedido, erase una vez un cuento que cuenta de un lugar hechizado por ​el pasado, perfumado por el sentimiento y adorado por el más intimo de los afectos, donde lo invisible es sensible y el amor tangible.
Erase una vez un lugar de migas compartidas y gazpacho de poleo, buche, mondonga, cominera y patatera, un lugar con la vida debida, luz blanqueada al sol y resóleo a la sombra, de pasión esculpida y miradas puras, de besos abiertos y abrazos cerrados, un lugar cálido de espacios vivos, sin apariencias que engañen ni males que vengan bien, sin dulces margosos ni arrieros en el camino, erase un lugar mágico, erase una vez un lugar de cuento.
Y colorín colorado..., a San Vicente hemos llegado.

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